De un par de años a la fecha, los “malos” (narcos, sicarios, secuestradores y un largo etcétera), se han apoderado de las calles. Peor aún, se han apoderado de nuestra tranquilidad, nuestra seguridad y nuestra vida. Y digo nuestra pensando en un sector de la población que, en teoría, está más o menos bien educado, más o menos bien informado y más o menos con capacidad de decisión. En muchas ciudades, los “malos” son un factor a considerar al momento de tomar decisiones que no solían ser de vida o muerte: ¿Salir de fiesta a riesgo de no volver, o mejor quedarse en casa? ¿Cambiar de auto a riesgo de que lo roben, o mejor no hacerlo? ¿Quedarme a vivir en mi ciudad a riesgo de que me secuestren, o mejor emigrar a otra ciudad o, incluso, a otro país?
Desde antes de 2006 el incremento en los delitos como el secuestro, la extorsión y algunos otros del fuero común, se han ido incrementando en nuestro país. Nadie quiere escuchar cifras ante lo que es, a ojos vistas, la realidad que vivimos, a veces de forma acuciante, en muchas ciudades de México. Y muchas han sido las voces que se han alzado para denunciar, protestar e inconformarse. Y una de las frases que recurrentemente he escuchado es “somos más los buenos”. A veces me pregunto: ¿es en serio? ¿De qué bondad creen que están hablando?
Creo que hay gran confusión al respecto: la bondad en el ámbito privado se evidencia en muchas actitudes y comportamientos que atañen solamente a ese ámbito de la vida. Ser una buena persona implica, en nuestro contexto, ser un buen hijo, hermano, padre, amigo, compañero de trabajo. No provocar el sufrimiento –físico, psicológico– de los otros en nuestro entorno inmediato podría ser el criterio para determinar la bondad de una persona. Y seguro que México está lleno de estos buenos. Pero eso no es suficiente en el ámbito público.
Uno de los filósofos más mal entendidos en la historia es Maquiavelo. Se le adjudica la frase “el fin justifica los medios”, pero se le da una interpretación rayana en caricatura, pensando que su instrumentalidad implica todos los fines y todos los medios, en todos los ámbitos de la vida. Maquiavelo en realidad se refería a que cualquier fin político, es decir, cualquier fin público, justifica cualquier medio político. Y con lo político, Maquiavelo y toda la tradición republicana se refieren a virtudes públicas como la participación, la tolerancia, el diálogo y el respeto al orden legal. Un buen ciudadano, por tanto, ejerce estas virtudes en el ámbito público, siempre en pos del fin público último que es el bien común, sea como sea que se quiera definir este.
México, sin duda, está lleno de buenas personas, y probablemente sean más esos los “buenos” que los “malos” que están acabando de a poco con nuestro país. Pero lo que no hay es “buenos” de los otros, del tipo ciudadano que se informa, que analiza, que toma postura y participa.
¿Dónde están los buenos? No los veo: veo manifestaciones y protestas públicas vacías en comparación a la cantidad de habitantes que hay en las ciudades; veo quejas en las redes sociales y en las charlas de café, pero no la inquietud de comprender y analizar la postura contraria; veo gente que se indigna y horroriza en lo privado pero en lo público trata de pasar desapercibido.
La realidad es que los “malos” son más que los “buenos”. Pobre México, si no nos damos cuenta y lo arreglamos. Y pronto. Porque podrán cambiar las leyes, el presidente, todos los gobernadores, diputados y senadores, pero los mexicanos, esos más de 76 millones de empadronados en el IFE, ¿quién los va a cambiar?