¡Qué fácil es preguntarse "por qué", convertirse en víctima y evitar así el encarar la realidad!
¡Qué fácil regodearse en los "se los dije", "sigan votando por tal o cual", "se lo merecen", "al menos aquí (todavía) no pasa"!
Pero estos sentimientos de dolor, de angustia, de tristeza, de superioridad, de complacencia, no alcanzan más a enmascarar la realidad; la realidad es que todos somos cómplices de que el país se nos esté desmoronando, de que se tomen decisiones de vital importancia sin nosotros, de que volteemos la cara a la injusticia, la corrupción y la inseguridad y las aceptemos como parte de nuestra vida, como parte del día a día.
Somos cómplices, más no somos culpables.
Quienes apuntan un dedo acusador, tienen en su mano otros tres apuntándoles de vuelta. Pero la culpa es demasiado fácil. La culpa es irresponsabilidad, es cargar con un lastre que nos impide voltear el rostro hacia el futuro, que nos hace incapaces de tomar decisiones y nos incapacita para actuar.
Somos cómplices; entonces seamos responsables.
Aceptemos la responsabilidad de nuestra realidad. Aquí y ahora admitamos que Juárez, Guerrero, Monterrey y todos estos escenarios de la violencia ordinaria son nuestros. Que las causas profundas de la inseguridad, la violencia y la delicuencia son también obra nuestra. Que el silencio, el miedo y la inacción son discapacitantes que hemos abrazado con vigor.
Seamos responsables.
Hagamos consciencia: este es nuestro país, esta es nuestra realidad, estos son nuestros muertos, estos son nuestros delincuentes. Y con esta consciencia abracemos los anhelos de libertad, de justicia y de paz que todo ser humano, por virtud de su nacimiento, tiene en este mundo.
Para Javier y Jorge, QEPD