lunes, 25 de septiembre de 2017

Ando con el corazón apachurrado

Ando por la calle con el corazón apachurrado: acá, a seis mil kilómetros de distancia, nadie sabe lo que es ver las ruinas del barrio donde naciste. Nadie acá entiende lo que es saber que esos lugares que amé y en los que fui feliz, están destruidos. Ya no son más.

Ando con el corazón apachurrado por la frustración y la impotencia de estar lejos, y al mismo tiempo con el alivio de saber que ese estar lejos significó salvación. Y se me revuelve la culpa con la tristeza, con el recuerdo de gente que hace tiempo no paseaba por mi memoria pero que ahora pienso deseando que esté salva.

Ando con el corazón apachurrado: ser migrante es triste cuando quieres estar en tu país y no estás. No es patrioterismo. Es que esos lugares que amas viven en ti, aunque estén devastados. Y esta es una terrible, lejana, soledad.

Seis días después del terremoto en México, Jujuy, Argentina.

lunes, 28 de agosto de 2017

Querida yo a los cuarenta y ocho años

Querida yo a los cuarenta y ocho años:

¿Qué tal la vida? Espero que te encuentres bien y más que bien, que estés contenta, haciendo algo interesante, que estés ávida de nuevos desafíos (supongo que tener una adolescente en casa lo será, pues para ahora, Amelia habrá cumplido recién 14 años), y que seas feliz.

Te escribo porque se me ocurre que quiero que me recuerdes con cariño. Que te acuerdes que a tus treinta y ocho, todavía no tienes canas, tienes una que otra arruga y en general, tienes un aire feliz. Quiero que pienses en mí con alegría, si bien has tenido un par de momentos duros en los últimos años, no quiero que pienses que tu vida ha sido sufrida o imposible. Difícil sí, como lo es la de todos, pero por lo menos ha sido intensa, divertida, interesante y desafiante. Quiero que te acuerdes de lo mejor: encontrar nuevas amigas, enfrentar nuevos retos, aprender cosas nuevas, disfrutar de formas distintas. Verás, algo que sé de cierto es que la vida no deja nunca de sorprenderte, si la dejas. La novedad está en todas partes si te permites el asombro. Te puede dar mucho miedo, pero es mejor atreverse y hacer las cosas con miedo, que no hacerlas del todo. No sé si en diez años, cuando tú leas esta carta, te va a seguir pareciendo lo mismo. Pero quisiera decirte que pienses en mí no como una persona perdida, sino como una que se está encontrando de formas distintas todos los días. Que me recuerdes no como una mujer angustiada y ansiosa (que a veces soy), sino como una mujer que está dominando sus emociones. Que vuelvas en tu mente a este momento y me veas no como alguien que pudo haber sido, sino como alguien que es todo lo que puede.

Con todo mi corazón, te deseo que la vida te encuentre como me encuentra hoy.

Nadia