Decía ayer que El Código DaVinci es una historia de poder, y quedamos en que el poder es lo que reprime. Aquí viene otro tema interesante en la novela de Brown: la política (definida como la verbalización del conflicto).
En su forma contemporánea, es el Estado el que ejerce una función de poder, ya que, en teoría, tiene el monopolio de la fuerza según lo explica Weber. Y el ámbito del Estado es sobre todo político. Dice un proverbio africano que “hasta que los leones aprendan a hablar, las historias seguirán vanagloriando al cazador”. Lo mismo aplica en este caso. La Historia que conocemos, que aprendemos, que repetimos y enseñamos desde la escuela, es una historia inventada por el hombre. Y, desde luego, no es la historia de todos los hombres: es la de los vencedores.
En ese sentido, la novela de Brown describe cómo funciona la creación de La Historia (el monopolio de La Verdad), ilustrada a partir de una ficción incendiaria que es el matrimonio de Jesús con María Magdalena. En la novela, se nos explica cómo una facción de los seguidores de Jesús hace a un lado a su esposa, y se encarga de relegarla, junto con Su Verdad, a un rincón de la memoria de un grupo. Excluida y relegada de La Historia de la Iglesia, se transforma en lo prohibido, en aquello que hay que ocultar y, preferentemente, destruir.
Pero lo mismo vale para todo vencedor que logra instalarse en el poder. Recordemos cualquier proceso político. El más claro es la revolución: el triunfo de una facción significa la sucesiva aniquilación de las fuerzas disidentes. Pregúntele a los cristeros, a los troskistas, a Robespierre... Puede ser mucho más complejo de explicar, pero el mecanismo es así de sencillo.
¿Y qué más hay en el libro de Brown? Los invito mañana a un viaje mágico y misterioso sobre el tema más espinozo que aparece en El Código: la mujer.
serie codigo
Hace 8 años.
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