
La interpretación de Nevárez en el papel de Millán le añadió una dimensión distinta al personaje: de suyo, este hombre sin adjetivos posee una indiferencia cínica hacia la vida, el universo y todo lo demás; en la versión de Carlos Nevárez, Millán está tan enojado con todo, quizá empezando por sí mismo, que traiciona un poco al antihéroe de su creador. A la actuación de Liliana Cruz en el papel de Diana le faltó quizá cierta inocencia que se aloja en el descubrimiento de nuestras más secretas perversiones; pero sin duda, fue Antonio Craviotto en el rol de Isaac quien le dió a esta versión la dósis de comedia justa y necesaria que hicieron de toda la puesta en escena una grata experiencia.
Será que aún tenía muy fresca la lectura de la obra: aunque no dejo de ser fan del trabajo de estos actores, se me antoja que el clímax fue un poco anticlimático y que hay más en El hombre sin adjetivos que sólo la ira frente a nuestro desinterés en el mundo. Es, después de todo, una buena antropología del yuppi que todos llevamos dentro.
0 comments:
Publicar un comentario