El hombre sin adjetivos da título al compendio. Lo que más me ha llamado la atención (al margen de cómo se me quedaba viendo la gente en el Starbucks mientras leía, porque no podía contener la risa), es el recurso del monólogo, como si fuera la pausa mental obligada para tratar de darle sentido a la vida, un sentido que el personaje principal no acaba de encontrar.
Edipo Güey ya por el título está para morirse de la risa. Es interesante ver cómo se relacionan personajes del todo dispares, como Aristóteles y Safo, y cómo al pobre Edipo la vida le pasa como por accidente. Es increíble, además, el detalle del manejo escénico que al tenerlo en palabras impide a la imaginación divagar en sus propias construcciones mentales. Seguro que verla en escena es una experiencia harto distinta. ¡Y por supuesto que el soundtrack de la obra es incomparable!
Nocturno de la alcoba es quizá la más oscura y compleja de las tres. Ignoro cuál sería la influencia del autor, pero el recurso garciamarquezco de empezar por el final verdaderamente te deja en vilo. También en esta obra, lo más sustancioso es la detallada descripción de cada escena, y cómo se entremezclan los sueños, los recuerdos y la realidad con un buen danzón. Nunca le he preguntado a Mario cómo se le ocurrió, pero lo imagino perfectamente contestando algo sobre las líneas de "tenía ganas de matar un dramaturgo".
Las tres piezas están para leerse. No sé mucho de teatro, pero al leer me hace pensar más bien en el cine, al estilo de Guy Ritchie. Para que tengan una probadita, les dejo con una de mis lineas favoritas:
Nuestros busabuelos inventaron el comunismo y el capitalismo, nuestros abuelos los defendieron, nuestros padres los arruinaron y a nosotros nos dejaron el puro cascajo.
Cantú Toscano, M. (2008): El hombre sin adjetivos y otras obras sin importancia. México:Tierra Adentro.
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