En el parque, el niño lanza migas de pan sin importarle que lo mismo las comen las palomas que los cuervos.
Así también el sol: brilla lo mismo sobre el rey que sobre el mendigo.
Y el aire, tan necesario, está para que tú y yo lo respiremos sin esfuerzo.
Y es que no importa: ningún esfuerzo es vano. Ninguna soledad es definitiva. Ningún momento, o parte de un momento, ocurren para nada.
No importa por qué: lo que importa es descubrir para qué.
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