La celebración mundial por el
Día Internacional de la Mujer siempre viene acompañada de una oleada de
eventos y
reportajes que en última instancia buscan, por una parte,
celebrar las 'conquistas' que se han tenido en el terreno de la equidad de género; por otra, buscan
evidenciar que la situación, en muchos sentidos, sigue igual.Pero no nos engañemos: las feministas de antaño
anhelaban ser iguales al hombre, lo cual ha probado ser una aberración poco menos que imposible. Las
feministas de ahora sufren de una esquizofrenia bárbara, porque
se les exige 'estirar' su identidad en ámbitos que, más bien, demandan que se reinventen.
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La realidad es que
no podemos confiar en cifras y declaraciones, por pesimistas u optimistas que estas sean;
el mundo existe sólo en el discurso, y al hombre le fue dado -por Dios, la suerte o mera imposición-, el poder de crear al mundo y nombrar las cosas que en él existen.
Las únicas salidas, la resignación o la conciencia de esta realidad, son la única vía para liberarnos. Aunque cada país se llene de
Margaret Thatchers,
si cada una no asimila el rol que le toca jugar, estamos justo donde empezamos... hace miles de años en la costilla de Adán.