lunes, 22 de marzo de 2010

Somos cómplices

¡Qué fácil es recurrir a la agresión, la acusación, la amargura y el odio cuando la violencia que se ha apoderado de nuestras ciudades nos toca de cerca!

¡Qué fácil es preguntarse "por qué", convertirse en víctima y evitar así el encarar la realidad!

¡Qué fácil regodearse en los "se los dije", "sigan votando por tal o cual", "se lo merecen", "al menos aquí (todavía) no pasa"!

Pero estos sentimientos de dolor, de angustia, de tristeza, de superioridad, de complacencia, no alcanzan más a enmascarar la realidad; la realidad es que todos somos cómplices de que el país se nos esté desmoronando, de que se tomen decisiones de vital importancia sin nosotros, de que volteemos la cara a la injusticia, la corrupción y la inseguridad y las aceptemos como parte de nuestra vida, como parte del día a día.

Somos cómplices, más no somos culpables.

Quienes apuntan un dedo acusador, tienen en su mano otros tres apuntándoles de vuelta. Pero la culpa es demasiado fácil. La culpa es irresponsabilidad, es cargar con un lastre que nos impide voltear el rostro hacia el futuro, que nos hace incapaces de tomar decisiones y nos incapacita para actuar.

Somos cómplices; entonces seamos responsables.

Aceptemos la responsabilidad de nuestra realidad. Aquí y ahora admitamos que Juárez, Guerrero, Monterrey y todos estos escenarios de la violencia ordinaria son nuestros. Que las causas profundas de la inseguridad, la violencia y la delicuencia son también obra nuestra. Que el silencio, el miedo y la inacción son discapacitantes que hemos abrazado con vigor.

Seamos responsables.

Hagamos consciencia: este es nuestro país, esta es nuestra realidad, estos son nuestros muertos, estos son nuestros delincuentes. Y con esta consciencia abracemos los anhelos de libertad, de justicia y de paz que todo ser humano, por virtud de su nacimiento, tiene en este mundo.

Para Javier y Jorge, QEPD

viernes, 19 de marzo de 2010

Donde la mente no teme ser

Donde la mente no teme ser
Y la cabeza se sostiene en alto
Donde el saber es libre
Donde el mundo no ha sido fragmentado
por pequeñas e intrínsecas barreras
Donde las palabras brotan
de la profundidad de la verdad
Donde la lucha incansable
tiende sus brazos hacia la perfección.
Donde el claro caudal de la razón
no ha perdido su cauce
en las inmutables arenas desérticas
de la costumbre exánime
Donde la mente es por Ti empujada
hacía pensamiento y práxis infinitos
En ese paraíso de libertad,
Padre mío, haz a mi patria despertar.



Rabindranath Tagore
Poema 35 de Gintánjali
Traducción no autorizada de Nadia & Amnael Orozco

viernes, 12 de marzo de 2010

El arte de perder el tiempo

Es un arte antiquísimo, cuyo cultivo es posible rastrear a la antigua Grecia -a dónde si no-, en donde el maestro Diógenes, al ver a los habitantes de Corinto atareaos para recibir el ataque de las tropas de Filipo de Macedonia, se puso a rodar su tinaja de un lado para otro para no ser el único que no hacía nada. El arte de perder el tiempo, consistente en el ejercicio de una humanidad profunda, parte de un principio fundamental: la acción debe estar orientada a la nada, debe partir del principio de que nunca se cuestiona el "para qué".

Perder el tiempo es, como hemos dicho, característicamente humano. El hombre moderno ha perfeccionado este arte casi al punto de la excelencia, enseñándolo desde muy temprano en la vida. Con suerte, será tan asimilado a los hábitos y costumbres que pasará totalmente desapercibido, y sus practicantes alcanzarán un estado de iluminación propio de los guerreros y expertos en artes marciales, que son capaces de suspender el juicio y actuar. Pero en el caso de perder el tiempo, es de vida o muerte no tener en mente que en realidad esta práctica no es de vida o muerte.

¿Qué debe hacer usted para perfeccionar el arte de perder el tiempo?

  1. No haga nada. Pero sea consciente de que no es consciente de que está perdiendo el tiempo. De otra forma, el propósito de la práctica se pervierte totalmente.
  2. Busque individuos que destaquen en esta práctica y obsérvelos. Una persona que pierde el tiempo con éxito, suele ser una persona que no se percata de que lo pierde.
  3. ¡Platique! Es una de las formas más fáciles para iniciarse en esto de perder el tiempo. Busque en especial la polémica con gente que siente que tiene todo que perder si no logra convencerle de que tiene razón. Recuerde que el propósito de usted no es convencerlo de nada, ni dejarse convencer, sino todo lo contrario. Las madres, las personas en algún cargo de autoridad, los políticos y los físicos son muy buenos para iniciar esta práctica.
  4. Vea televisión. En sí misma, la actividad es provechosísima para perder el tiempo, pero si se descubre disfrutando de la programación, cambie el canal inmediatamente: el canal del Congreso, el Weather Channel o los canales de Noticias son especialmente buenos para perder el tiempo exitosamente.
  5. Evite leer o hacer deporte, en la medida de lo posible. Lo primero es una actividad peligrosa, ya que la lectura puede provocarle el tener ideas y la gente con ideas nunca pierde el tiempo. La segunda también es una actividad contraindicada, porque la gente que hace deporte es consciente de su cuerpo y acaba por ponerse metas, lo cual es malísimo para el cultivo de la pérdida de tiempo.

Finalmente, esmérese. Pero tenga presente que no debe tener la meta de perfeccionar el arte de perder el tiempo. Sencillamente, ¡piérdalo!

jueves, 11 de marzo de 2010

La pinche india

Hay algo que es ser regio que a veces alcanzo a vislumbrar, pero a veces no del todo. Pero para mi miopía cultural, siempre cuento con las divertidísimas obras de Mario Cantú, que tienen un estilo muy ácido y divertido de poner en evidencia esas particularidades tan curiosas de la mentalidad regia.

En La Pinche India, una pieza dramática en un acto, el maestro Cantú hace gala de ingenio y cinismo para contarnos cómo sería la vida de una niña-bien-sanpetrina que un día despierta convertida en una indígena. Retratando algunos arquetipos, como los padres y su matrimonio "bien" en donde el marido engaña a la mujer que prefiere evadirse antes que admitir que es miserable, el novio que dice cosas como "te amo, te ves bonita, etcétera" nada más porque son cosas que se dicen, el "naco" que no es indígena sino nada más está prietito, la amiga que está enamorada de ella en secreto, la obra expresa los lugarescomunes y prejuicios que normalmente se tienen en contra de los indígenas, especialmente de las mujeres: que son las "chachas", que son lascivas y mentirosas, que no tienen ambición ni dignidad, que son feas, que son nacas, que sólo sirven para el hogar, y un largo y divertidísimo etcétera.

La Pinche India se presentó anoche como lectura dramatizada en el marco de la 8a Semana Internacional de la Dramaturgia Contemporánea en el Teatro de la Ciudad de Monterrey. La protagonista, Morena González, estuvo espectacular, y es muy destacable el trabajo de todo el reparto, porque una lectura dramatizada es mucho más complicada de interpretar porque hay que valerse sólo de la voz y algunas expresiones gestuales para recrear toda la fantasía.

¡Estuvo genial!