viernes, 30 de septiembre de 2005

El ritual de comer


Cuando el padre de mi padre murió, hubo una fiesta. Después de velarlo en casa de un pariente, lo llevaron en hombros a la Iglesia, y tras la misa de cuerpo presente, caminamos todos al cementerio. Después, volvimos a la casa de ese pariente y hubo una gran comilona. Yo no entendía, pero mi madre me dijo que eso se hace para agradecer a las personas que han acompañado a la familia en tan difíciles circunstancias.
Mi padre es de un pueblo muy humilde. La Ciudad de México está formada por muchos pequeños mundos, y uno de ellos es el pueblo de Iztacalco. Conserva la tradición de hacer fiesta cada que alguien se muere, las bodas y los bautizos duran días, y las mujeres ancianas pueden rezar el rosario completo de memoria, casi sin tomar aire. Las tortillas son la cosa más deliciosa en ese lugar, y el pan sabe verdaderamente a gloria.
Es increíble: el ritual de comer y todo lo que lo que lo rodea parecen ser uno de los rasgos característicos de nuestra cultura. La hora de la comida es la hora de hablar de negocios, de compartir con amigos o familia, de intercambiar experiencias. Es el momento más importante del día, el punto clímax de fiestas y reuniones, de celebraciones como bodas, o de lamentación conjunta, como en el caso de los velorios de pueblo.
Además de ese detalle, de todo el ritual que implica comer, no cabe duda que nuestra cocina verdaderamente se gana cualquier premio culinario internacional. Definitivamente, la UNESCO sí debe considerarla patrimonio cultural de la humanidad.

jueves, 29 de septiembre de 2005

No me arrepiento de nada

Desde la mujer que soy,
a veces me da por contemplar
aquellas que pude haber sido;
las mujeres primorosas,
hacendosas, buenas esposas,
dechado de virtudes,
que deseara mi madre.
No sé por qué
la vida entera he pasado
rebelándome contra ellas.
Odio sus amenazas en mi cuerpo.
La culpa que sus vidas impecables,
por extraño maleficio,
me inspiran.
Reniego de sus buenos oficios;
de los llantos a escondidas del esposo,
del pudor de su desnudez
bajo la planchada y almidonada ropa interior.
Estas mujeres, sin embargo,
me miran desde el interior de los espejos,
levantan su dedo acusador
y, a veces, cedo a sus miradas de reproche
y quiero ganarme la aceptación universal,
ser la "niña buena", la "mujer decente"
la Gioconda irreprochable.
Sacarme diez en conducta
con el partido, el estado, las amistades,
mi familia, mis hijos y todos los demás seres
que abundantes pueblan este mundo nuestro.
En esta contradicción inevitable
entre lo que debió haber sido y lo que es,
he librado numerosas batallas mortales,
batallas a mordiscos de ellas contra mí
-ellas habitando en mí queriendo ser yo misma-
transgrediendo maternos mandamientos,
desgarro adolorida y a trompicones
a las mujeres internas
que, desde la infancia, me retuercen los ojos
porque no quepo en el molde perfecto de sus sueños,
porque me atrevo a ser esta loca, falible, tierna y vulnerable,
que se enamora como alma en pena
de causas justas, hombres hermosos,
y palabras juguetonas.
Porque, de adulta, me atreví a vivir la niñez vedada,
e hice el amor sobre escritorios
-en horas de oficina-
y rompí lazos inviolables
y me atreví a gozar
el cuerpo sano y sinuoso
con que los genes de todos mis ancestros
me dotaron.
No culpo a nadie. Más bien les agradezco los dones.
No me arrepiento de nada, como dijo la Edith Piaf.
Pero en los pozos oscuros en que me hundo,
cuando, en las mañanas, no más abrir los ojos,
siento las lágrimas pujando;
veo a esas otras mujeres esperando en el vestíbulo,
blandiendo condenas contra mi felicidad.
Impertérritas niñas buenas me circundan
y danzan sus canciones infantiles contra mí
contra esta mujer
hecha y derecha,
plena.
Esta mujer de pechos en pecho
y caderas anchas
que, por mi madre y contra ella,
me gusta ser.

lunes, 26 de septiembre de 2005

Titanic


No sé cuántas veces habré visto está película, pero me acuerdo perfecto de la primera vez: fue en el hoy extinto cine de Plaza Coapa. Iba con mi mamá y con mi prima. Era nuestra película de año nuevo de 1998 (mi madre y yo tenemos la insana tradición de ir a ver una película cada 1º de enero).

Recuerdo muy bien dos cosas: en la escena en donde Leonardo DiCaprio aparece en tuxedo al lado del reloj, se escuchó un sonoro “¡oh!” de parte de todas las asistentes; todas salimos, de menos, con una lagrimita en los ojos.

(Yo no salí con una lagrimita: lloré como magdalena, cosa que me pasa cada vez que veo la película).

A pesar de que Titanic ha sido muy criticada como cursi, larga y aburrida, a mí me parece que está realizada casi a la perfección. La manera en la cual la bellísima música de James Horner te va llevando a través del viaje de Rose es fenomenal: definitivamente, la película no sería lo mismo sin la música.

Este fin de semana volví a verla. ¿Habrá mucha gente como Rose, que se siente atrapada por la vida?

sábado, 24 de septiembre de 2005

viernes, 23 de septiembre de 2005

Cambio, permanencia



Hace algunas semanas me sentí la salmantina de rubios cabellos: me fui a la Ollin Yoliztli a escuchar el concierto de la Filarmónica de la Ciudad de México. Esta es una actividad que disfruto mucho, y que tenía mucho tiempo de no hacer. El punto es que me sorprendí: allá sentados, sobre el escenario, los músicos –además de mi profe de violín, Luis Meza-, se me hacían en extremo familiares. Y recordé esa línea memorable de El seminarista de los ojos negros de Miguel Ramos Carrión: los conoce a todos a fuerza de verlos.

Recuerdo que en la prepa, una de nuestras actividades favoritas era tomar un café en el Sanborn’s de Coapa. Lo visitábamos religiosamente todas las tardes, hasta el punto en que incluso las meseras nos conocían. Todavía hoy, cuando de repente me apersonó en ese lugar, es fascinante ver las caras familiares de muchas de las meseras que, 10 años después, siguen ahí.

Supongo que eso es lo más interesante de la vida. Por una parte, los lugares se vuelven “tus lugares”. La gente se vuelve “tu gente”, aunque jamás haya cruzado una palabra contigo. Se vuelven un referente de que todo tiene un orden y un lugar en tu universo.

Pero por otro lado, te dan un sentido de “movimiento relativo”: todo permanece, y sólo así somos concientes de cuánto hemos cambiado. La pequeña Nadirubis que tomaba el café con Mónica en el Sanborn’s, no es la misma que ahora escribe estas líneas. Pese a que somos lo que somos, algo ha cambiado.

Ojalá y algo haya cambiado: sería una pena que no fuera así.

jueves, 22 de septiembre de 2005

The road not taken



Two roads diverged in a yellow wood,
And sorry I could not travel both
And be one traveler, long I stood
And looked down one as far as I could
To where it bent in the undergrowth.
Then took the other, as just as fair,
And having perhaps the better claim,
Because it was grassy and wanted wear;
Though as for that the passing there
Had worn them really about the same.
And both that morning equally lay
In leaves no step had trodden black.
Oh, I kept the first for another day!
Yet knowing how way leads on to way,
I doubted if I should ever come back.
I shall be telling this with a sigh
Somewhere ages and ages hence:
Two roads diverged in a wood, and I--
I took the one less traveled by,
And that has made all the difference
Robert Frost

martes, 20 de septiembre de 2005

Matrimonio entre el cielo y el infierno

¿Qué le da peso a tu existencia?

Cuanto más pesada sea la carga, más a ras de tierra estará nuestra vida, más real y verdadera será. Por el contrario, la ausencia absoluta de carga hace que el hombre se vuelva más ligero que el aire, vuele hacia lo alto, se distancie de la tierra, de su ser terreno, que sea real sólo a medias y sus movimientos sean tan libres como insignificantes.
Milan Kundera, La insoportable levedad del ser


No recuerdo exactamente en qué momento pasó, pero de repente, Anwar se convirtió en uno de mis mejores amigos. Confidente y consejero, es una de las personas que, pese a su pesimismo endémico, me hace muy feliz. Tiene una visión tan peculiar de la vida que me divierte muchísimo, y generalmente siempre me dice cosas que me dejan pensando.

(Anwar insiste en que las cosas que me pasan –y miren que me ha pasado de todo-, sólo podrían pasarme a mí: parece que el resto de la gente es inmune al infame sentido del humor de Dios).

La última vez que, presas de la depresión laboral (es decir, la tristeza de nuestro actual empleo combinada con la mala fortuna de no poder encontrar otro), salimos a tomar un café, me dijo: “Ya le dije a mi madre que me quiero morir a los 35 y se escandalizó. Pero ¿por qué vivir más? ¡Si tengo 23 y ya estoy harto!”.

(Este es el tipo de comentarios que me hacen la tarde: duro pero honesto).

Pero, ¿qué tal que fuera así? ¿Qué tal que las cosas sean así, que cada uno de los días de tu vida sea idéntico al anterior, sin nada de emoción y nada interesante que te despierte?

Yo sé que Anwar no lo dice en serio. Creo que a su vida le falta peso (y no me refiero a los kilos de más, mi vida loca), sino peso como ese del que habla Milan Kundera: le hace falta una razón por la cual levantarse en las mañanas y vivir de veras, le hace falta atreverse, mirar más allá de lo que nos atormenta en el espejo y lanzarse al abismo sin pensar en nada más.

¿No somos todos así? Yo creo que Anwar tiene la particularidad de que es capaz de verbalizar el sentimiento de frustración que a veces –pero siempre en algún momento- nos aqueja a todos. Y tal vez, ese pesimismo se esfumará en cuanto encuentre algo que le dé peso a su existencia.

Y a la tuya, ¿qué le falta?

Nadia


Todo es cuestión de perspectiva

Mi vida loca, antes que todo, muchas gracias por tomarte el tiempo de escribir sendas líneas que, pese a lo breves de las mismas, han sabido capturar un gran pedazo de lo que es el mosaico de mi vida. Sin embargo, en un ánimo algo envalentonado y centrado en el egocentrísmo del decir: - “Soy mejor que eso”, me he servido redactar lo siguiente.

Espero y este acto se tome como lo que es: Una simple y llana esquela que inquiere dar fe de erratas acerca de una visión enrarecida que alrededor de mí se ha generado. Esto, quizás, se debe al exceso de contaminación en el aire o bien a una súbita bocanada de ántrax que sin querer haya llegado hasta tu oficina.

Mi actitud, en absoluto, se trata de pesimismo endémico, yo prefiero llamarle HUMOR NEGRO, según creo yo, esto se juega como sigue: Más vale burlarse de la perra vida antes de que ésta lo haga de ti. Es corretear al tiempo y apostarle a que uno puede anticiparse al irónico destino. Es no darle la oportunidad de sorprenderte con imaginarios pantanosos.

De hecho, estoy convencido de que hasta harto clemente resulta esta filosofía, pues es darle la ocasión a la vida de que si algo bueno pasa hasta agradecido estés. De esta manera ella queda como la heroína, mientras que uno queda como el cretino que no le da el suficiente mérito a su benevolencia.

Ahora bien, no es falta de motivos, es exceso de realidad. Me resisto a unirme a aquellos que esperan que mendigando pequeños momentos de felicidad a la vida lograran darle sentido a la misma. Bye!!! Lo quiero todo, me lo merezco. No quiero acabar mis años reconstruyendo vida de los añicos de aventuras erráticas del pasado.

Vivir la vida tal cual la vivo, negra y oscura, ese sí es protagonismo. Lo demás es sólo añoranza de vida a través de imaginarte rodeada de escarcha rosada y malvaviscos de color. Vamos, los enanos de Blanca Nieves están en un crucero de limpia vidrios, los 3 osos descansan en la sala de alguien y Barbie ya lleva más de 10 cirugías plásticas, le dejo el marido pues era gay y ahora, a toda costa, busca un buen arreglo matrimonial con un chico australiano.

Hay que actuar, es cierto, pero no para colectar anécdotas, se actúa para trascender a través de actos importantes. De lo contrario, mejor ni se actúa. Te guardas en tu casa y esperas casarte (nada personal mi Nadirubis.) Para coleccionar, colecciono estampas…eso de colectar momentos es algo que la gente se dice a sí misma en aras de justificarse de actos estúpidos y hasta suicidas acometidos en nombre de no quedarse con la duda del qué hubiera pasado. Carajo!!! Acaso no somos seres racionales, al diablo con la incertidumbre, analicemos las variables y sorprendámonos de lo brillantes que somos anticipándonos al tiempo.

Pero insisto, este acto, como todo en la vida es cuestión de perspectiva.

Te quiero, y pese a que mi nombre no sea el último que pronuncies, sí espero que mi amistad sea en lo último que pienses.
Anwar, tu vida loca

lunes, 19 de septiembre de 2005

Finding Neverland




¿En qué momento se nos olvida ser niños? No me refiero a ser ‘infantiles’, sino a ver la vida como si fuéramos pequeños todavía; como si las cosas nos pasaran por primera vez; como si todo fuera nuevo y estuviera a la disposición de nuestros sueños y de nuestra imaginación.

Dicen que JM Barrie nunca dejó de ser un niño. Finding Neverland es una película que retrata al autor escocés en la época en que ‘adoptó’ a los niños Llwelyn Davies y se le ocurrió la genial idea de escribir Peter Pan, la historia del niño que no quería crecer y que vivía un sin fin de aventuras en Neverland, entre indios, piratas y niños perdidos.

La película es conmovedora. Siempre es un deleite ver a Johnny Depp: sabes que en cada escena está su mejor actuación. Y Kate Winslet está maravillosa. La química entre ambos está más allá de lo sexual: radica en la fe ciega de que esa persona especial va a quedarse contigo siempre. Y pese a ello, lo más conmovedor de todo es una escena que fue eliminada (¡benditos sean los DVD’s!): uno de los niños Davies le pregunta a Barrie por qué él no tiene hijos. “Porque sólo los adultos tienen hijos”.

(Sé de mucha gente a la que debieron advertirle esto alguna vez...)
Conozco poca gente que todavía tiene ese espíritu infantil, que todavía tiene la inocencia de vivir “en cada página de su imaginación”. Ojalá que, al menos un ratito todos los días, fuéramos capaces de descubrir nuestro propio Neverland.

sábado, 17 de septiembre de 2005

Mexicana ¡y a mucha honra!



Hace poco comí con un amigo, y durante la plática de sobremesa me hizo un comentario que me ha tenido molesta por algún rato: "Es que tú no pareces mexicana".
¿Por qué me ha tenido molesta? Está bien: soy un poco más alta que el promedio, tengo una piel blanca y llena de pecas y lunares, el cabello claro y rizado, pero, ¿y eso qué? Vivo y sufro nuestra ciudad, pago mis impuestos, no me paso los altos, voto en las elecciones desde que puedo hacerlo, leo los diarios, respeto las leyes. ¿Sólo es que importa el color de la piel?
No se lo hice notar a mi amigo en ese momento, pero me parece que en realidad, lo que nos da identidad, como mexicanos, gringos, españoles, serbios o lo que sea, no está en el color de la piel, no es que 'parezcas' o no (vean nada más al morenazo sobrino de George W. Bush), tu identidad está más en tu cabeza que en otra parte.
Y pensando en eso que soy aunque poco parezco, que es mexicana (¡Y a mucha honra!), les paso este poema de Rabindranath Tagore. Sabemos todos que la exclusividad de las traducciones de la obra del poeta hindú a nuestro idioma es de la familia de Juan Ramón Jiménez, pero a mi hermano Amnael y a mí no nos convenció mucho la de éste, el poema 35 del Gintánjali, y aquí está nuestro intento:

Donde la mente no teme ser

Donde la mente no teme ser
Y la cabeza se sostiene en alto
Donde el saber es libre
Donde el mundo no ha sido fragmentado
por pequeñas e intrínsecas barreras
Donde las palabras brotan
de la profundidad de la verdad
Donde la lucha incansable
tiende sus brazos hacia la perfección.
Donde el claro caudal de la razón
no ha perdido su cauce
en las inmutables arenas desérticas
de la costumbre exánime
Donde la mente es por Ti empujada
hacía pensamiento y práxis infinitos
En ese paraíso de libertad,
Padre mío, haz a mi patria despertar.

viernes, 16 de septiembre de 2005

Poema No. 20

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Escribir, por ejemplo:
"La noche está estrellada, y tiritan, azules, los astros, a lo lejos".
El viento de la noche gira en el cielo y canta.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Yo la quise, y a veces ella también me quiso.
En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.
La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.
Puedo escribir los versos más tristes esta noche.
Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.
Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.
Y el verso cae al alma como pasto el rocío.
Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.
La noche está estrellada y ella no está conmigo.
Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.
Mi alma no se contenta con haberla perdido.
Como para acercarla mi mirada la busca.
Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.
La misma noche que hace blanquear los mismos árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos.
Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.
De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.
Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.
Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.
Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.
Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,
mi alma no se contenta con haberla perdido.
Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,
y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.


miércoles, 14 de septiembre de 2005

Hoy es un día triste


Mi recuerdo más viejo es de mi abuelo. Caminaba conmigo por las tardes, cuando los andadores de Coapa todavía eran un lugar seguro y feliz. Recuerdo el sol sobre nosotros. Recuerdo su mano, tan grande, tan gruesa, tomando mi manita. Recuerdo el vientecillo juguetón que movía las hojas de los árboles.
También recuerdo que volvía a mi casa después de ir al jardín de niños. Corría con mi uniforme de cuadros por el andador, hasta esa casa de rejas blancas en donde mi abuelo me esperaba. Me abrazaba, y entrábamos a la casa.
Recuerdo que mi abuelo me hacía sentir segura, feliz, tranquila. Me decía que nada era imposible para mí, que tenía las armas para hacer lo que me diera la gana, que el mundo me quedaba chico. Me tenía fe, y me tenía confianza.
Hoy hace 11 años falleció. No hay consuelo posible ante la conciencia de que has perdido a la única persona que te hacía sentir feliz, sin condiciones. Hoy es un día triste, que año tras año vuelvo a vivir como hace 11 años, como si todavía fuera la niñita de 15 que no acaba de entender qué fue lo que pasó.

Hoy es, de hecho, un día triste.

lunes, 12 de septiembre de 2005

Cinderella Man


¡Desde luego! Ayer tocó cinito, y me lancé a ver nada menos que Cinderella Man, cinta dirigida por Ron Howard –productor, entre otras cosas, de la memorable Arrested Development-, y protagonizada por el bello Russell Crowe y la nada fea y muy talentosa Renée Zellweger.

La cinta es un retrato de la vida de James J. Braddock, un boxeador neoyorkino de ascendencia irlandesa, quien es una de las víctimas de la Gran Depresión pero que recibe una segunda oportunidad para brillar, cuando ya todo el mundo lo daba por muerto (al menos en el mundo pugilístico).

Pese al final feliz (porque no son mis favoritos), la cinta logra “mover” la tripa. El director y productor de Far and Away y A Beautiful Mind logra transmitir la angustia e impotencia del ex púgil, quien no logra encontrar un trabajo para alimentar a sus tres pequeños hijos. Las escenas de pobreza en un invierno neoyorkino, la desesperación de unos padres que no pueden darle lo básico a sus hijos, realmente hacen a la audiencia vivir una gran depresión.

(Me pongo a pensar en la gente que en nuestro país sobrevive en esas condiciones todos los días y se me eriza la piel.)

Cinderella Man es una película muy recomendable: si te encanta Russell, si te gusta Renée (a quien le va muy bien el papel de mami), o si te gusta el box. Está casi por desbancar a L.A. Confidential como mi película favorita del actor neozelandés.

sábado, 10 de septiembre de 2005

9/11/2001


No hay nada más natural, y más humano, que el miedo. Siempre he sido un animal nervioso y un tanto paranoico, y desde pequeña, la sensación de que hay algo extraño, pero muy vivo y al acecho, debajo de mi cama, me inspira un terror inexplicable. Además de eso, los ruidos de la noche, tan naturales en la jungla asfáltica, me hacen pensar en dos docenas de tragedias que pueden estar a la espera de atraparme. La sensación del miedo me persigue, aún hoy, cuando estoy en la cama.
El 11 de Septiembre de 2001 hubo un atentado, presuntamente perpetrado por terroristas islámicos, en contra del Centro Mundial de Comercio de New York, y contra el edificio del Pentágono en Washington D.C. En la televisión se repitieron una y otra vez, durante todo el día, las trágicas escenas de la masacre sin precedentes que ocurrió en la Gran Manzana. Los dos aviones impactándose contra las Torres Gemelas; gente saltando por las ventanas ante la desesperación, desde alturas inverosímiles; los dos edificios de cientos de pisos colapsándose y reduciendo a polvo a un par de miles de personas; las caras de los neoyorquinos presas del pánico, fueron evidencia del terror que marcó, no me cabe duda, a toda una generación.
Cuando era niña y el pánico se apoderaba de mí entre las sábanas de mi cama, me levantaba de puntillas para escabullirme en la cama de mis padres. A mi madre no la hacía nada feliz el hecho de que fuera a interrumpirle el sueño; mi padre en cambio me recibía junto a él, me abrazaba y acababa mágicamente con el miedo que me invadía.
La noche del 11 de Septiembre de 2001, me levanté de puntillas y me acurruqué entre los brazos de mi padre. Acababa de cumplir 22 años.

viernes, 9 de septiembre de 2005

Sonnet XXIX



When, in disgrace with fortune and men's eyes,
I all alone beweep my outcast state
And trouble deaf heaven with my bootless cries
And look upon myself and curse my fate,
Wishing me like to one more rich in hope,
Featured like him, like him with friends possess'd,
Desiring this man's art and that man's scope,
With what I most enjoy contented least;
Yet in these thoughts myself almost despising,
Haply I think on thee, and then my state,
Like to the lark at break of day arising
From sullen earth, sings hymns at heaven's gate;
For thy sweet love remember'd such wealth brings
That then I scorn to change my state with kings.

William Shakespeare

martes, 6 de septiembre de 2005

¡Cuidado con los parches! (3)


¡Y con lo demás también! Los dejo con la opinión experta de Aileen Pérez, una vieja amiga mía recién egresada de la Facultad de Medicina de la Universidad Anáhuac:
"Hola! ¿Cómo has estado? Leí tu nota y quisiera comentarte algo, en realidad no sólo los parches si no los anticonceptivos hormonales en general (la asociación de progestágenos y estrógenos) tiene el potencial de producir trombosis en las personas susceptibles (esto es que tienen trastornos de por sí en algunos componentes de la coagulación) y por lo mismo se evita usarlos en ellas, a muchas de estas personas es fácil distinguirlas, la mayoría tiene várices en las piernas y puedes darte cuenta de cómo empeoran cuando usan anticonceptivos, pero a algunas les va peor y algunas no tienen várices pero sí predisposición a estados de hipercoagulabilidad importantes cuando administras un factor desencadenante. El tabaco viene a empeorar las cosas porque además hace que haya contracción de las arterias, entonces la sangre tiende a quedarse más estancada en las venas y por supuesto si estamos más tiempo parados que en otra posición pues se estanca en las piernas. Entonces si asocias anticonceptivos+tabaco+predisposición tienes a alguien en alto riesgo y si además uno de los coagulos (trombo) de las piernas se desprende, el primer lugar en donde se va a quedar atorado es en los pulmones. Así que no es tanto que sean los parches, lo que pasa es que están un poco más demoda que las pastillas y los médicos los recetan con más facilidad porque tienen dosis muy bajas de hormonas por lo que se cree que tienen menosefectos adversos, pero ya vez, no todas son candidatas a usarlos. Te mando saludos!
Aileen"
De cualquier manera, a mí me parece que las mujeres siempre llevamos las de perder: si te tomas algo, o si no te lo tomas...

lunes, 5 de septiembre de 2005

Grandes Esperanzas


Este domingo no hubo cinito (no hay muchas cosas interesantes en cartelera), así que tuve que recurrir a mi pequeña colección de DVD’s y seleccioné Grandes Esperanzas, una película del director mexicano Alfonso Cuarón (Harry Potter and the Prisoner of Azkaban, Y tu mamá también), estelarizada por Ethan Hawke y Gwyneth Paltrow, y basada en la novela homónima del escritor inglés Charles Dickens.

La visión del director es maravillosa: retrata las memorias de la vida de sus personajes con el detalle y la visión (parcial) del narrador. Su uso de los paisajes costeños, de la ciudad de Nueva York, de los momentos que mueven los corazones de los personajes, envuelve a la audiencia en una trama que todos conocemos bien (enamorarte de un imposible, ¡Cómo no!).

La vida de los personajes se entrelaza, se cruza, se aleja y se contrapone. Sus vidas giran en torno a una memoria individual (la loca Dinsmoore y su añejo desengaño amoroso, la visión de Finn de una niñita en un jardín olvidado, el primer amor de Stella, la ayuda inesperada que un niño brinda a Lustig) que ultimadamente guía sus acciones y afecta al resto de los personajes.

“Voy a contar la historia no como ocurrió, sino como la recuerdo”, comienza el narrador, Finn Bell, un pintor que abandonó su vida de pobreza y mediocridad por alcanzar un sueño. ¿Y no hacemos eso todos? Al final, siempre existe mi verdad, la tuya, y La Verdad.

sábado, 3 de septiembre de 2005

Lo que es un nombre

Hace poco, por azares del destino, me topé con una mujer llamada Francisca. Con mi candor e indiscreción característicos, me animé a decirle: “¡Qué nombre tan bonito!”. Ella me miró con ojos de incredulidad y contestó: “Eres la primera persona que me dice eso. A mí no me gusta”.

A mí me parece precioso. Me hace pensar de inmediato en una mujer fuerte, decidida, que no le teme a nada. Me recuerda a las famosas adelitas, esas mujeres de la época de la Revolución Mexicana que andaban con enaguas y cananas en la bola, peleando al lado de sus hombres.

De cualquier manera, ¿qué es un nombre? Al final, es todo lo que somos, y todo lo que tenemos.


"Si (como el griego afirma en el Cratilo)
el nombre es el arquetipo de la cosa,
en las letras de rosa está la rosa
y todo el Nilo en la palabra Nilo. "

El Golem (fragmento, 1958)

Jorge Luis Borges

viernes, 2 de septiembre de 2005

No te salves



No te quedes inmóvil al borde del camino
no congeles el júbilo
no quieras con desgana
no te salves ahora ni nunca...
No te salves
no te llenes de calma
no reserves del mundo sólo un rincón tranquilo
no dejes caer lo párpados pesados como juicios
no te quedes sin labios
no te duermas sin sueño
no te pienses sin sangre
no te juzgues sin tiempo...

Pero si pese a todo
no puedes evitarlo
y congelas el jubilo
y quieres con desgana
y te salvas ahora
y te llenas de calma
y reservas del mundo sólo un rincón tranquilo
y dejas caer los párpados pesados como juicios
y te secas sin labios
y te duermes sin sueño
y te piensas sin sangre
y te juzgas sin tiempo
y te quedas inmóvil al borde del camino
y te salvas
entonces
no te quedes conmigo.

Mario Benedetti