viernes, 30 de enero de 2015

¡Lo odio!



  • Que la gente no haga lo que dice que va a hacer.
  • Despertar y que la cocina sea un asco. Odio no tener energía para limpiar al final de cada día.
  • Que levanten la mesa y dejen los vasos, y dejen los vasos todavía medio llenos.
  • Que me ofrezcan carne para comer, aunque sea de broma.
  • Que le ofrezcan carne a mi hija para comer, aunque sea de broma.
  • Que critiquen mi vegetarianismo, como si fuera una discapacidad.
  • Los Simpsons y la gente que los entrona.
  • La gente que hace trampa en las filas del súper o del banco y se sale con la suya.
  • La gente que golpea a sus hijos en público, para “disciplinarlos”.
  • La gente que los golpea en privado.
  • Que me digan qué tengo que hacer, cuando sé qué es lo que tengo que hacer.
  • La gente que se queda mirando cómo se cae una viejita y luego no la ayuda a levantarse.
  • Que me vendan las papas sucias.
  • Tener que pedir algo mil veces, como si no fuera clara la primera vez.
  • La gente irreflexiva.
  • No tener tiempo para arreglarme las uñas.
  • El café feo.
  • Ir a un restaurante y no tener opciones vegetarianas.
  • Lavar platos.
  • La gente que grita cuando se enoja.
  • Gritar cuando me enojo.
  • Pedir ayuda y que no me la den.
  • Hacer planes y que me los cambien.
  • Que llueva cuando tengo que salir.
  • Que no estén los precios de las cosas en las góndolas del súper.
  • No tener tiempo para leer.
  • Dormir poco y mal.
  • Mandar un correo, un mensaje o una carta y que no me contesten.
  • La gente dos caras.
  • La pizza blanda.
  • Que el horno no caliente parejo y se me bajen los pasteles.
  • Que la casa se llene de bichitos.
  • Que me guste un par de zapatos, pero que no haya de mi talla.
  • Que se paren los autos sobre la senda peatonal justo cuando voy a cruzar.
  • Que haya futbol todos los días, en todos los canales, a todas horas.
  • Que le digan pendeja a mi hija, aunque aquí en Argentina signifique otra cosa.
  • Olvidarme de comprar algo que necesito, como el shampoo o el detergente, y recordarlo justo cuando lo necesito.
  • Que la gente se ponga a platicar en medio de la calle, o del pasillo del súper, sin pensar que no deja pasar a los demás.
  • Ir al dentista.
  • Que me digan “hay que vernos” o me inviten a salir y luego se hagan los desentendidos.
  • La gente que complica cosas que se arreglan simplemente con un sí, o un no.
  • Que se acaben las servilletas.
  • Los secretos, y que te digan “te cuento pero no le vayas a decir a tal”.
  • La gente que no sabe estar en silencio, sin música, sin televisión, sin ruido, aunque sea un ratito.
  • Dormir con la luz prendida.
  • Las cosas que tienen instrucciones sin dibujitos.
  • La gente desagradecida y/o desconsiderada.


Y dejo todo aquí, para no cargarlo, para que no me moleste más.

viernes, 16 de enero de 2015

Amar duele



Amar duele. Como cuando platicamos y hablamos y cantamos hasta que nos arde la garganta. O como esas veces que reímos sin motivo, y reímos tanto y tanto que nos lastima la barriga y nos duelen los cachetes. O esas veces que salimos a pasear y caminamos y corremos y jugamos hasta que los pies nos duelen. Amar duele. Sí que duele, duele cuando comemos galletas y nos duele la panza, pero qué ricas y cómo las disfrutamos. Duele cuando nos emocionamos tanto que aplaudimos tanto y tan fuerte, tantas veces, que las palmas nos arden. Duele cuando estamos tan contentas que el día no nos alcanza y nos duelen y nos pesan los párpados pero no queremos acostarnos. Duele cuando nos abrazamos estrujando. Amar duele, duele cuando por las noches nos dormimos apretándonos fuerte las manos. Sí que duele, hijita mía, duele. Amar duele, pero sólo así lo disfrutamos.