viernes, 30 de marzo de 2012

Me desconcierta

Hay cosas que me calientan la cabeza, que no son el sol de primavera ni los gorros invernales. No son los sombreros en verano, ni un té caliente una tarde de lluvia. No son los problemas, ni el tiempo y la distancia. Tampoco es la duda, la mía ni la suya. No son tanto las mentiras, sino los desdecires: lo que se dice y luego se desdice, que podría ser verdad si no fuera mentira, pero ya dicho es la verdad y de pronto, con un hecho deja de serlo y ya. Me calienta la cabeza que me miren y me digan, y luego vayan y hagan todo lo contrario. Me desconcierta que me digan que no haga y luego vayan y lo hagan. Me inquieta que se deba recurrir a la promesa porque la sola palabra ya no vale nada. Me calienta la cabeza y vaya que me desconcierta.

miércoles, 28 de marzo de 2012

A Rubén

A Rubén no le gusta mirarse en el espejo. Será que no se encuentra ahí, que no se reconoce. Yo lo reconozco, lo miro, lo estudio. Cada gesto y cada mirada, su manera de sacudir la cabeza y mirar la nada, batir las pestañas y reír con ganas. Todas las sé, las siento. Recuerdo caminar por una calle concurrida, como nadando contracorriente en un río de rostros anónimos y ajenos. Recuerdo haber apretado el paso para apurar el encuentro. Recuerdo que mi corazón saltaba e igual hacía mi mirada de cara en cara, de silueta en silueta. Recuerdo haberlo visto a la distancia: lo hubiera reconocido en cualquier parte. Lo miré a la distancia: sí, lo reconocía. “Hola, mi amor”. Le di un abrazo. Sí era él. Es siempre. A Rubén no le gusta mirarse en el espejo, pero yo lo miro, lo encuentro, lo memorizo y siempre lo reconozco.

lunes, 26 de marzo de 2012

Tristeza

Morir de tristeza no es morir en realidad. Es seguir viviendo aunque no puedas más. Es mirar las puertas y encontrarlas cerradas. Es abrir las ventanas y ver el cielo nublado. Es caminar sin rumbo, con dolor de pies, y con ganas de no llegar a ningún lado. Es sentir el corazón, aunque lata sin sentido. Es perder la capacidad de asombro, el hambre de saber, la dirección de la mirada y las ganas de tener. Es dormir a la intemperie del sueño, soñar con el vacío, en vagancia permanente entre el sueño y la vigilia. Es sentir el mundo a cuestas y sentirse ligero al mismo tiempo, sin ataduras pero atado a la cruda realidad. Es respirar sintiendo cómo el aire quema los pulmones. Es un suspirar continuo que ahoga y cansa. Es desear no haber nacido. Morir de tristeza es morir un poquito cada día, todos los días.

miércoles, 21 de marzo de 2012

Para hacer poesía

Le dijeron que para hacer poesía, tenía que clavarse las uñas en la piel para ver qué había debajo. Le dijeron que tenía que llorar sangre, ahogarse de vez en cuando en llanto. Le contaron que la poesía le tenía que dejar el pecho abierto, el corazón descubierto, y las razones colgando por un lado. Que debía dejarse caer en todos los abismos, decir sí a todas las mentiras, probar los venenos del crudo desengaño. Debía tener la sonrisa firme aunque los ojos le ardieran por el desencanto. Le dijeron que tenía que seguir como una sombra, sucumbir al vértigo, entregarse al pánico. Tenía que doler dentro, en ese rincón en donde siempre faltará algo. Tenía que entregar los huesos y la piel, perder la cabeza y perecer, y empezar otra vez. Le dijeron que para hacer poesía, tenía que ser poesía: ser dolor, ser amor, ser fe, ser desengaño.

miércoles, 14 de marzo de 2012

Eres así

Tú deseas ser
fuerte, certero, firme
como espada.

Cortar preciso
golpear con furia
cortar certero.

Pero eres más
dulce, hermoso, suave
como su silbar.

Para mi hermanito Abraham, en su 22o cumpleaños.

domingo, 11 de marzo de 2012

Todo corazón es nada

Te dije basta: deja ya de doler. Deja ya de molestar con tus quejidos. Déjame. Dueles y me duele y me lastimas. Cállate. Aléjate. Distráete como puedas. Con quien puedas. Con quien quieras. También en este dolor estás solo. Solo, corazón, estás solo. Esa es tu realidad, tu presente. Resígnate de una buena vez. Te tienes a ti y a esa soledad y a ese dolor de siempre. ¿Es el dolor de siempre? Sí, pero más. Es más que dolor. Es añoranza. Es desamparo. Es desengaño. Un dolor físico que te envuelve todo. Todo, corazón, es nada. Todo corazón es nada. Un corazón roto no basta para que el mundo se detenga mientras lo arreglas. Un corazón roto no basta para nada. Para nadie. Así que deja de doler ya y sigue. Late. Late, corazón, y no te quejes. Tu dolor no es el primero, ni el único que duele.

viernes, 9 de marzo de 2012

La perdió

Tiene la guitarra entre las manos. Los dedos han perdido la fuerza; han perdido los callos. El sonido aún está ahí; también está la armonía. La música está para ser descubierta o para ser perdida. Pero no viene la letra. No encuentra la melodía. No sabe por dónde empezar a armonizar el sentimiento y la agonía. Le da un sorbo a la cerveza. Una fumada al cigarrillo. Vuelve a escuchar en su cabeza todas las canciones. Todos los latidos. Se acuerda de ese día, hace ya tantos ayeres, en que en sus manos era ella la música y los placeres. Se acuerda de su piel, de sus gemidos. Se acuerda que era suya y que su música eran sus latidos. Da otro sorbo a la cerveza. Detiene los recuerdos. Pero saber que la perdió le arranca los suspiros. La ama todavía: la guitarra no tiene la culpa de haberla perdido.

lunes, 5 de marzo de 2012

Antes, después

Despierto. Estiro la mano hacia la nada que dejaste en la almohada vecina. Suspiro. Miro el teléfono móvil: ningún mensaje. Como antes de conocerte. Como después de que te fueras. Salto de la cama. Salgo a la vida. Camino. Con la mano vacía. Como antes de que tomaras mi mano. Como después de que me dejaras. Me siento en un columpio y sonrío. Como antes de que llegaras. Como lo hago ahora que no estás conmigo. Es una sonrisa parca, vacía. Una sonrisa que sabe que no estás. Pero estuviste. Pero estarías si la vida no fuera lo que es: un chiste. Vuelvo a casa. Sirvo un café que tomo solo, sola. Fumo un cigarro que se acaba pronto. Me espera la cama vacía. Abrazo la almohada y lloro otra vez. Como nunca lo había hecho antes. Como hago ahora, cada noche, ahogando los sollozos para no morirme de tristeza.