Hay dos mundos dentro de mí: uno que responde al llamado de la selva; otro que reacciona muy favorablemente ante las posibilidades de la media. Obviamente, son mundos en perfecto conflicto; su relación dialéctica, de terminar en algún punto, acaba en una síntesis que sólo Dios sabe en qué consiste.
Cuando escucho los tambores del llamado de la selva, las consecuencias pueden ser variables: desde caminar descalza por la calle en medio de la lluvia, hasta meterme a nadar al mar en medio de una tormenta. He ahí una coincidencia: la lluvia, el repiquetear de las gotas de agua sobre los tejados, sobre el suelo, son per se el llamado de la selva. Quizá convendría vivir en el desierto.
El mundo de la media busca siempre entrar en el común denominador: me hace muy feliz ir de compras, como a la mayoría de las mujeres. Me hace feliz cocinar, tomar un café con un amigo, platicar. Llevar una vida sin complicaciones ni sorpresas.
Cuando los dos mundos encuentran el justo centro entre la locura y la media, todo marcha bien. Es decir, podemos las dos salir a un bar con los amigos, cotorrear y bailar alocadamente. Estás como caballo desbocado, en un contexto poco fuera de lo ordinario.
Cuando, por lo contrario, nos enfrentamos todas contra todas, las cosas dejan de salir bien. El llamado de la selva me provoca gastritis al ver que cada día es igual al anterior. La parte de mí que busca entrar a la media, se pone amarilla de coraje cuando, de la nada, me pasan toda clase de cosas, que de manera abrupta e inesperada, retan mis nervios y me lanzan a la imprudencia.
No siempre es bueno vivir al filo de la navaja.
Hace 1 año.
3 comments:
MI vida loca,
Aquí la evidencia de que he estado en tu blog.
Ame el post del pollo, y me ha dejado en reflexión el llamado de la selva.
Mil besos,
Anwar
Mi vida, se agradecen tus comentarios. ¡Tengo mucho que platicarte!
Súper, la lluvia es una conectora de estados pasados.
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