martes, 14 de febrero de 2012

Amigas

Las noches en Puebla son una maravilla. Son lo suficientemente cálidas para andar en la calle a deshoras, y lo suficientemente frías para crear un ambiente de nostalgia. Estábamos en la azotea de la desnuda casa de Mónica. Hacía tiempo que no nos veíamos, y la ocasión había requerido un par de cervezas. Las estrellas titilaban sobre nuestras cabezas. La noche se me antojaba irrepetible. A los dieciocho años, una noche de cervezas con tu mejor amiga no puede ser otra cosa que memorable. Hablamos del amor y de la vida, como si a los dieciocho años supiera uno algo del amor o de la vida. Como si fuéramos a saber algo al respecto alguna vez. Las noches estrelladas me recuerdan a esa noche. Esa noche intercambiamos una promesa: el día que muera, en el último momento, si es que acaso piensas en alguien, yo voy a pensar en ti.

Para Mónica.