Pues bien: armada de mi súper credencial de estudiante hice el viaje que normalmente toma diez horas pero que en esta ocasión fueron doce, desde Monterrey hasta el H Distrito Federal. Pasé todo un día de espera ansiosa hasta que al fin el viernes tomé a mi hermanito el Poyo y nos fuimos a Galerías Coapa. Ah, claro, tuve la precaución de comprar el servicio ticket2ride, que es básicamente un camioncito que te lleva de un centro comercial al Foro de tu evento y de vuelta. Lo hice sobre todo pensando que no iba a tener coche, y que mi hermano iba a bitchear más allá de lo tolerable si le hacía manejar hasta el Foro Sol, además de que es un rollo encontrar estacionamiento y quién sabe a qué hora tendríamos que salir para llegar y, al menos, encontrar lugar.
La verdad salió como que lo mismo. De Galerías Coapa salimos a eso de las cinco y media de la tarde, en unos cinco o seis camioncitos chiquitos e incómodos, pero amarillos y llenos de gente, e hicimos más o menos una hora y media hasta el Foro Sol. El muchacho que cortó nuestros boletos nos dijo que llegaríamos al estacionamiento, y ahí encontraríamos la mercancía pirata oficial del concierto, y que la mercancía oficial a secas estaría al entrar al foro, pero en todo caso nos recomendaba hacer nuestras compras al entrar, porque al salir tendríamos más o menos media hora para llegar de vuelta al camioncito. Hecha la aclaración, pasamos a los puestitos a ver toda clase de camisetas y chácharas, compré una camiseta pirata oficial y entramos.
A esa hora, más o menos las siete de la tarde, estaba aquello bastante vacío. Claro, ya había más de uno que no podía deletrear c-e-r-v-e-z-a, y en el centro del Foro Sol aquello ya parecía comuna hippie, aunque bastante fresa, con un montón de gente sentada en el suelo, bebiendo, hablando y esperado. Claro que ese fue otro motivo de bitcheo para el Poyito: que nos tocó parados, llegamos muy temprano y hacía mucho frío. Con todo y el frío nos compramos unas nieves al razonable precio de veinte pesotes cada una, Poyito comió tacos al pastor y básicamente nos dedicamos a observar cómo aquello, poco a poco, se llenaba de gente. A eso de las nueve menos cuarto, las grandes pantallas laterales del escenario se encendieron y la gente gritó.
El momento había llegado.
Mañana: lo bueno, lo malo, lo feo.
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