Anoche HBO estrenó la tercera temporada de esta serie producida por el amado Tom Hanks, que retrata la vida de una familia mormona fundamentalista de Utah. Esto quiere decir que Bill Henrickson, el dueño de una tienda tipo Home Depot, tiene tres esposas, tres casas, siete hijos y una enorme familia que le trae toda clase de situaciones, desde cómicas hasta dramas increíbles, mientras intenta desesperadamente de mantener a su familia unida (una de las principales creencias mormonas).
Lo impactante de la serie es la cuestión de la poligamia. Si bien es una práctica común en sociedades tan dispares como la náhuatl y la musulmana, y se ha practicado en diversas modalidades en todo el mundo, a lo largo de la historia, por distintos motivos, lo llamativo es el estigma que existe en Estados Unidos sobre el tema (especialmente contra la gente de Utah), dada la persecución religiosa que se dio al grupo mormón en sus inicios, a mediados del siglo XIX.
Incluso, el Salt Lake Tribune tiene una reportera que cubre el tema especialmente.
La verdad, así como la pinta HBO, la poligamia no parece nada mal. Para las esposas-hermanas, al menos: tienes quien te ayude con los hijos, con la casa, tienes con quien platicar, compartes los problemas y el estrés con alguien que no es tu marido tirado frente a la tele... Mejor eso que los dramas habituales de la vida: infidelidad, dudas, celos, divorcios... Para el marido, no tanto: mantener a tres esposas, 'cumplirles' a cabalidad, lidiar con una horda de chamacos a quienes hay que mandar a la escuela, y, lo peor, tres suegras (o más)... ¡pobres! ¡Con razón poner el cuerno les sale más barato!
La pregunta es: si es tan divertido y ventajoso, ¿por qué somos monógamos?
Hace 1 año.
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