Los de Abajo

Los de Abajo (1915) es la novela con la que se considera inaugurada la literatura de la Revolución Mexicana. Narra las correrías de Demetrio Macías, un campesino que se levanta en armas junto con grupo de amigos, en contra del cacique Don Mónico. En sus andanzas, Demetrio Macías se une a la lucha revolucionaria, sin tener claro el por qué de la lucha, el objetivo de la revolución y la causa que a nivel nacional se está defendiendo. Con el corte anecdótico que tienen las obras del tema de la Revolución, la novela de Mariano Azuela presenta escenas casi fotográficas de lo que fuera en sus inicios la lucha armada en el norte del país, plasmando en ella sus propias vivencias y aventuras con el general Julián Medina, retratando personajes, conversaciones y sucesos verosímiles del periodo.

La gran aportación de Azuela, y de tantos otros escritores que se ocuparon del tema, desde Vasconcelos hasta Martín Luis Guzmán, es que su novela nos presenta una de las tantas facetas que tuvo la lucha revolucionaria. A pesar de que, en su pequeña concepción del mundo, los hombres de Demetrio Macías identificaban con claridad un enemigo –a los caciques, a los huertistas, a los federales–, en realidad no había claridad ni homogeneidad en los objetivos de las muchas revoluciones que se estaban peleando en todo México. Si bien el detonante de toda la lucha armada fue de carácter político, la sublevación maderista en contra del régimen dictatorial de Porfirio Díaz desencadenó una serie de levantamientos que, como bien retrata Azuela, se sucedieron en torno a figuras caudillistas motivados por el rencor, más que a favor de alguna suerte de proyecto nacional.

Por otra parte, vemos en Los de Abajo el retrato crudo de lo que para muchos revolucionarios significaba la lucha armada: la aventura, las correrías, la lucha por la lucha misma, significando ésta el goce de la violencia y de una libertad sólo acotada por los deseos del caudillo al que se seguía. La novela nos muestra esa primera etapa de la Revolución donde todo era anarquía; pero también nos revela el hecho de que, como en casi todos los movimientos revolucionarios de América Latina desde las independencias, el pueblo, el común de la gente, era sólo usada como carne de cañón, gracias a su ignorancia, o bien gracias a promesas de libertad, trabajo y recompensas, que rara vez vieron cumplidas.