Episode III: Revenge of the Sith

Este fin de semana, tequilable y encamable por las lluvias, ameritó una 'visita' a la colección de Star Wars, y nos decidimos por ver Episode III: Revenge of the Sith, el último capítulo de la precuela más famosa y esperada, salida de la mente del genial George Lucas (George: ¡¡quiero ser como tú cuando crezca!!).

Definitivamente, es de las películas más tristes que he visto. Cierto: ya desde el Episodio I todos sabíamos que Anakin sería Darth Vader, que sus hijos serían separados y escondidos y que el lado oscuro vencería (Creo que ahí venía el equilibrio de la fuerza: era un equilibrio histórico que haría feliz a Hegel). Sin embargo, en esta cinta lo interesante es precisamente ser testigo de cómo Anakin llega al lado oscuro y se transforma, de ese niñito adorable que vemos en el Episodio I, al malvado Darth Vader que habitó las pesadillas de millones de niños por 20 años.

Esa metamorfosis es de lo más interesante, y parte de una de las mejores líneas que he escuchado en una película: "Good is just a point of view" (¡Increíble la actuación de Ian McDiarmid!).

Pienso que eso es cierto: la gente no necesariamente es malvada por naturaleza (¡Mala tarde Thomas Hobbes!). Mucha gente que hace cosas 'malas' simplemente está convencida de que esa es la mejor manera de hacer el 'bien'.

Revenge of the Sith, aunque ha sido criticada por tener muchos errores en las secuencias de la batalla final (de hecho, hay un error en la historia: en el Episodio VI Luke pregunta a Leia '¿Recuerdas a tu madre?' y ella responde que sí... ¿como la conoció si murió cuando nacieron?), tiene muy buenos efectos y sigue la línea que Lucas había imprimido a las otras cinco cintas. Y en efecto, es muy triste ver que una pequeña decisión cambió la vida de Anakin para mal, porque él siempre actuó con la convicción de que lo que estaba haciendo, era por amor y era lo correcto.

Ni qué más decir. ¡Cinco palomitas!