lunes, 31 de mayo de 2010

Up And Coming 1

Era el 27 de Noviembre de 1993, y ahí estábamos una querida amiga y yo, con apenas 14 años, brincando, bailando, llorando y gritando entre un montón de gente bastante más mayor que nos miraba con extrañeza, no sé si porque estábamos emocionadas hasta las lágrimas, porque nos sabíamos todas las rolas o porque no se esperaban que dos chamacas se apersonaran al segundo concierto que Paul McCartney ofrecía en México. Recuerdo la ocasión porque fue el primer concierto de rock al que fui, fue la primera vez que estuve en el Foro Sol (luego de un rato estos lugares se convierten en amigos cercanos), y fue la primera vez que vi a Paul, que es y sigue siendo la next-best-thing después de un concierto de los Beatles al cual sólo en una vida pasada, donde seguro fui una insistente y obsesiva groupie, podría haber ido.

La verdad, con ese antecedente, y el hecho de que he dedicado más de media vida a coleccionar cualquier cantidad de chácharas, discos, libros y rarezas de los Beatles, no me quería perder la visita de Paul (hay quien insiste en llamarlo Sir Paul; pero como ya tenemos muchos años de conocernos, yo le digo Paul a secas…), y ahí estuve pegada del ticketmaster para la primera preventa de Banamex. Mala cosa que la tarjeta que me prestaron, porque no tengo de este H banco, no pasaba y no pasaba y no pasaba. Después de un rato me rendí, y me propuse estar atenta para la venta general, lo cual es en realidad muy meritorio considerando la cantidad de tiempo ocioso que no tengo y la facilidad con la que me distraigo con cualquier cosa.

La venta general llegó y pasó y faltaban como dos semanas para el concierto y yo seguía sin boletos, con una sensación de amargura y rencor contra-quien-corresponda porque cómo es posible que se acaben los boletos en tan poco tiempo y yo no vaya a ir a ver a Paul. Mastiqué mi mala leche un par de días, hasta que finalmente abracé la resignación, junto con una botella de tinto y el tiempo suficiente para echarme sobre mi espalda a ver Anthology de principio a fin. Cuando acabó, yo tenía la sensación de ser víctima de una gran injusticia: si alguien se merecía ver a Paul, ese alguien era yo (Cu-cú, Cu-cú, Cu-cú… no, no es que se me boten las cabras, era mi groupie interior clamando atención).

La noche siguiente curioseaba por las páginas (de Internet) de un diario, tratando de averiguar si Cerati vivía o moría (lo cual, por cierto, me lleva a otra historia del Foro Sol que no debería contar ahora ni nunca: la historia de cómo no vimos a Soda…), cuando vi una nota sobre el concierto de Paul: al parecer había más boletos. Regresé a ticketmaster a toda prisa a tratar de comprar lo que fuera… y luego de una lucha cuerpo a cuerpo con la página, mi cartera, el buscador de boletos y mi hermano que se chupa toda la banda ancha… se escucharon mis gritos de emoción más o menos a dos kilómetros a la redonda, para gran consternación de mis vecinos, claro está.

Tenía mis boletos para el Up And Coming Tour, 28 de mayo de 2010.

Mañana: el problema es llegar...