Para Michel Foucault “en una sociedad como la nuestra, pero en el fondo en cualquier sociedad, relaciones de poder múltiples atraviesan, caracterizan, constituyen el cuerpo social; y estas relaciones de poder no pueden disociarse, ni establecerse, ni funcionar sin una producción, una acumulación, una circulación, un funcionamiento del discurso. No hay ejercicio de poder posible sin una cierta economía de los discursos de verdad que funcionen en, y a partir de esta pareja. Estamos sometidos a la producción de la verdad desde el poder y no podemos ejercitar el poder más que a través de la producción de la verdad”.
FOUCAULT, Michel (1992): La Microfísica del Poder. España, Ediciones de La Piqueta, p. 148.
Una amiga mía solía salir con un tipo, pero sin ningún tipo de formalidad, lo que en el argot postindustrial clasemediero se conoce como “free”. Mi amiga vivía en la angustia, porque en una situación así la sorpresa es la constante: no sabía cuándo recibiría una llamada del tipo, ni cuándo lo vería, ni en qué condiciones ni nada. El no-discurso de él era lo que la tenía siempre en duda, pero siempre ahí. (Y la duda mata).
Después de mucho “cocowash”, finalmente se convenció de que la situación no le gustaba y que debía hacer algo. Ella quería algo más formal, no sólo estar en la incertidumbre constante. Su principal preocupación era que si se lo decía, muy probablemente el tipo iba a cortarla, lastimándola irremediablemente.
Un buen día se animó a hablar con él. Obviamente, el tipo no accedió a formalizar nada. Sorpresivamente mi amiga no sólo no se sintió herida, sino que reafirmó su auto confianza y autoestima.
La palabra –dicha o no- es una fuente de poder. Nuestra realidad se hace verdad al verbalizarla, al socializarla y recrearla. Mi amiga no sólo descubrió que es muy fácil externar sus necesidades a otros, sino que invirtió las reglas del juego, cambió la relación de poder y finalmente logró empoderarse a sí misma.
Si eso pasa en escala micro… ¿Qué podría hacerse en un ámbito mayor?
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