Sin duda el día de hoy estará de moda recordar con especial afecto a los maestros. Pero para muchos de nosotros, especialmente quienes hemos dejado la escuela hace tiempo, también es momento de recordar a los malos maestros, aquellos que se quedaron en la memoria no por sus sabias enseñanzas y la marca positiva que dejaron en nuestras vidas, sino los que fueron todo lo contrario...
Empezando por una maestra llamada Mariana que tuve en la primaria, los recuerdos de los malos maestros empiezan. Esta mujer ocupa un especial lugar en mi corazón porque no sabía multiplicar y nos aventaba gises y borradores con pésima puntería.
Luego está un maestro de química de la secundaria, de cuyo nombre no puedo acordarme, que jamás me pudo explicar a cabalidad eso de los enlaces entre carbonos y todo eso... y que aún hoy me cuesta trabajo entender. Y claro, la de español, que a pesar de mis mejores esfuerzos siempre tuvo de consentida a otra compañera y por eso nunca me puso diez, punto que aclaré con ella y que sin lugar a dudas me ganó su más profundo rencor porque la acusé con nuestra tutora. Ah, y además nos decía que apestábamos... literalmente.
En la prepa había uno de inglés que se llamaba José Antonio que se sentaba en el escritorio a mirar como todo mundo hablaba y echaba relajo, y a la hora del examen nos reprobaba porque preguntaba cosas que no habíamos visto... pero que según él ya sabíamos porque estábamos platicando. Y claro, Laura Atienza, que me daba DHP y me reprobó por faltas porque la verdad yo no le caía bien. Y el que también me tronó por faltas fue Eduardo Reyes, porque me daba flojera su clase de Historia de México y me quedaba dormida...
En la carrera en la UNAM, la estrella era el de Redacción de 2o semestre, que nunca iba, pero nos mandaba a su asistonto que no dejaba de repetirnos lo inútiles, ineptos, fracasados y patéticos que éramos...
En la carrera en el Tec, caray, uno esperaría que las cosas fueran mejorando, pero no: un tal Felipe Díaz nos daba expresión oral, pero era veterinario, era muy malo y su clase era de flojera. También Mónica, la de Historia de Norteamérica, que era increíblemente mala, la pobre. En una clase llegabas de los pilgrims al inicio de la 2a guerra, y el hilo conductor de la discusión era... bueno, las tarjetitas en donde llevaba preparada la clase. Pero el más memorablemente malo de todos fue Ra-Ra-Rafael Reyes, que nos daba clase de Merca Política y llegó con la "novedad" de que en el 2000 hubo una elección, perdiendo ante nosotros toda credibilidad y respeto.
Y en las clases que tomé de MEI ya en el último tramo de la carrera también hubo un personaje distinguidísimo: el Dr. Molina, que tenía de doctor lo que yo de vendedor de Movistar, nos mandaba mails obscenos a todas las alumnas, sabía de historia de la diplomacia (la materia en cuestión) exactamente nada, y pasó 3 horas seguidas hablando de los contenidos que debían tener las etiquetas de la ropa para su exportación e importación en virtud del TLCAN. Y como cereza del pastel, se desapareció antes de entregar calificaciones finales...
A todos ellos, ¡gracias!
¡¡¡Por ustedes sabemos apreciar a los buenos profes que de verdad le ponen corazón a su trabajo!!!
Hace 8 años.
2 comments:
Definitivamente a todos los maestros buenos o malos les tenemos qué agradecer, nos dan lecciones de vida para hacer o no hacer.
Sí!!! Te entiendo!!! yo también tengo un buen de pésimos profesores y auna cree que por estar en una escuela privada se salva de ellos, pero NO. Que ingenua fui..jajajaja!
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