jueves, 18 de agosto de 2005

¿Por qúé Van Gogh?


Hace poco recibí en mi oficina una visita sorpresiva e inesperada. Los detalles del encuentro en este momento sobran; lo importante es que él me lanzó una pregunta igual de sorpresiva e inesperada: ¿Por qué te gusta Van Gogh?
(La pregunta ni era tan inesperada: el pintor holandés es una presencia incuestionable en mi pequeño lugar de trabajo. A pesar de que el hecho en sí es muy kitsch, tengo la oficina tapizada con copias de sus obras. ¡Mi café de todos los días se viste con "Los Girasoles"!).
Por supuesto, me fue imposible responder de inmediato, porque de plano, me gusta lo que me gusta (no hay cabida a discusión). Pero después de pensarlo un rato, he decidido lo siguiente: el arte, cuando me gusta, me dice algo de mí. Van Gogh me habla de mi necesidad de ver todo intensamente, me habla de mi ser apasionado: cuando algo me gusta, es porque me encanta, me fascina y me vuelve loca. Por lo contrario, aquello que me desagrada, lo hace al punto de chocarme, de molestarme, de verdaderamente exasperarme.
¿Es tan malo vivir en los extremos? ¡Tal vez, pero cómo me divierto!