viernes, 16 de octubre de 2009

Digresiones en el desierto

Lo pusimos en un pedestal porque nos parece genial. Pero con gran humildad, candor y sencillez, José Emilio Pacheco contestó todas las preguntas que por espacio de dos horas le hizo un auditorio lleno de los entusiastas lectores que por más de veinte años han ido y vuelto por la colonia Roma de la mano de Carlitos y Mariana. Para este fabuloso alquimista de las palabras, Las Batallas en el Desierto, uno de sus mejores trabajos, no estaba escrito para ser un éxito. Éste devino por mera fortuna.

José Emilio no estaba pensando en hacer una crítica social: sencillamente quería contar una historia. Y reconoce dos cosas: una, que le debe mucho a Café Tacvba, y en segundo lugar, que la lectura de cada quien es tan única que a veces ve cosas que al autor no se le habían ocurrido. Así las cosas, cuando le preguntaron sobre el tema del desierto, una figura que aparece con cierta recurrencia en sus obras, Pacheco dijo que nunca se le había ocurrido, y luego de pensarlo, confesó: "Yo creo que es por el hecho de haber nacido y vivido casi toda mi vida en la Ciudad de México". Y es que ahí como en ninguna otra parte, hemos perfeccionado el arte de convertir un paraíso en un infierno. De aquellos ojos de agua, ríos, bosques y paisajes montañosos, hemos hecho un desierto de concreto.

Quizá la más aguda observación de José Emilio es que "uno es producto de fuerzas que no controla". Las contingencias sugieren al autor sus temas, sus historias, y éstas a su vez exigen del escritor las técnicas narrativas que empleará para plasmarlas. Ser un buen escritor, o a veces sólo un escritor, así, sin adjetivos, es cuestión de fuerza de voluntad, pero sobre todas las cosas, de vocación. "El éxito no depende de tí", sentenció, sino de las fuerzas de la casualidad unidas a todas tus ganas de contar historias.

La plenitud la encuentra José Emilio "cuando me sale algo bien", pero también cuando coincide, como ese día, con sus lectores que lo quieren y lo aplauden. Y aunque reclamaba un consejo de vuelta, él nos regaló algunos sobre el oficio de escribir: leer mucho y leer bien, escribir mucho, leer sólo lo que te guste. "Uno escribe lo que lee", nos recordó, lo que añade una más a la lista de contingencias insuperables que a veces confabulan para hacer grandes a obras como Batallas...