Los ángeles son seres místicos y sobrenaturales que han poblado la imaginación del ser humano a través de la literatura, y aparecieron por primera vez en el cine en la cinta de 1942 de W.S. Van Dyke I married an angel. A partir de entonces, se han convertido en personajes que tienen un punto de vista que se ubica por encima de los planos espacio-temporales “humanos” y les da una visión omnipresente y omniabarcante que los guionistas y directores pueden explotar en sus cintas. En Las Alas del deseo de Wim Wenders, los personajes Damiel y Cassiel se convierten en esos guías trasgresores del espacio y del tiempo que Wenders usa para contar una historia de amor en el Berlín de finales de la década del 80.
Wenders logra dar esta impresión de transgresión con cortes abruptos y brincos drásticos de escena a escena. Su propósito es evidenciar cierta tensión entre dos mundos: uno espiritual, en donde lo que más importa son nuestros pensamientos y sentimientos (a los que Damiel y Cassiel pueden acceder), y uno material lleno de experiencias sensoriales que a los personajes principales les está vedado tener. Otro aspecto interesante de este contraste es que pone de relieve la tensión entre la vida humana anclada a la inmediatez de la experiencia sensorial y la tranquila espiritualidad de los ángeles. Esto último lo logra Wenders con el cambio del blanco y negro al color: la experiencia monocromática de los ángeles los coloca fuera del tiempo, más allá de los sentidos, y les abre el camino del mundo espiritual; los colores son testimonio de la vida material, de los sentidos, de la inmediatez que experimenta Damiel cuando se convierte en un humano más.
La cinta de Wenders es excelente, y todo mundo conoce el remake gringo de City of Angels, pero la orginal es una gran película. Cinco palomitas.
Hace 1 año.
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