
Wenders logra dar esta impresión de transgresión con cortes abruptos y brincos drásticos de escena a escena. Su propósito es evidenciar cierta tensión entre dos mundos: uno espiritual, en donde lo que más importa son nuestros pensamientos y sentimientos (a los que Damiel y Cassiel pueden acceder), y uno material lleno de experiencias sensoriales que a los personajes principales les está vedado tener. Otro aspecto interesante de este contraste es que pone de relieve la tensión entre la vida humana anclada a la inmediatez de la experiencia sensorial y la tranquila espiritualidad de los ángeles. Esto último lo logra Wenders con el cambio del blanco y negro al color: la experiencia monocromática de los ángeles los coloca fuera del tiempo, más allá de los sentidos, y les abre el camino del mundo espiritual; los colores son testimonio de la vida material, de los sentidos, de la inmediatez que experimenta Damiel cuando se convierte en un humano más.
La cinta de Wenders es excelente, y todo mundo conoce el remake gringo de City of Angels, pero la orginal es una gran película. Cinco palomitas.





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