
Es, en realidad, una historia muy sencilla: un hombre que al ocaso de su vida se da cuenta de que no había vivido, y poco a poco, con la ayuda de otros personajes, logra darle un sentido a los últimos meses que le quedan en el mundo.
Lo genial de esta película de 1952 es el manejo de cámaras, la música y la manera en la cual la visión del director nos conmueve con cosas tan sencillas como una canción, un momento compartido entre amigos, o de plano el silencio ensordecedor que encuentra al personaje principal en medio de una ruidosa avenida.
¡Maravillosa! !Cinco palomitas!





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