Mi recuerdo más viejo es de mi abuelo. Caminaba conmigo por las tardes, cuando los andadores de Coapa todavía eran un lugar seguro y feliz. Recuerdo el sol sobre nosotros. Recuerdo su mano, tan grande, tan gruesa, tomando mi manita. Recuerdo el vientecillo juguetón que movía las hojas de los árboles.
También recuerdo que volvía a mi casa después de ir al jardín de niños. Corría con mi uniforme de cuadros por el andador, hasta esa casa de rejas blancas en donde mi abuelo me esperaba. Me abrazaba, y entrábamos a la casa.
Recuerdo que mi abuelo me hacía sentir segura, feliz, tranquila. Me decía que nada era imposible para mí, que tenía las armas para hacer lo que me diera la gana, que el mundo me quedaba chico. Me tenía fe, y me tenía confianza.
Hoy hace 11 años falleció. No hay consuelo posible ante la conciencia de que has perdido a la única persona que te hacía sentir feliz, sin condiciones. Hoy es un día triste, que año tras año vuelvo a vivir como hace 11 años, como si todavía fuera la niñita de 15 que no acaba de entender qué fue lo que pasó.
También recuerdo que volvía a mi casa después de ir al jardín de niños. Corría con mi uniforme de cuadros por el andador, hasta esa casa de rejas blancas en donde mi abuelo me esperaba. Me abrazaba, y entrábamos a la casa.
Recuerdo que mi abuelo me hacía sentir segura, feliz, tranquila. Me decía que nada era imposible para mí, que tenía las armas para hacer lo que me diera la gana, que el mundo me quedaba chico. Me tenía fe, y me tenía confianza.
Hoy hace 11 años falleció. No hay consuelo posible ante la conciencia de que has perdido a la única persona que te hacía sentir feliz, sin condiciones. Hoy es un día triste, que año tras año vuelvo a vivir como hace 11 años, como si todavía fuera la niñita de 15 que no acaba de entender qué fue lo que pasó.
Hoy es, de hecho, un día triste.
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