Hace 8 años.
miércoles, 24 de octubre de 2012
Sólo una vez
Yo creo que la gente ama sólo una vez. El resto de las veces son un simulacro, un intento incompleto, acaso inconcluso, pero en todo caso, fallido. Como cuando E. se creyó enamorado de mí. No me dijo nada, porque ya era demasiado tarde y yo había tomado el vuelo a Buenos Aires, esta vez para no volver. E. me escribía cartas desesperadas. No me pedía que volviera, pero ocultaba sus anhelos en frases hechas y chismes de antiguos colegas. “Te deseo mucha felicidad”. “A V. lo echaron del trabajo”. Para E. era fácil deslizar en el papel aquellas palabras porque en realidad no me amaba, ni me amó nunca, y ni aunque volviésemos a encontrarnos, me amaría. E. ya tuvo su oportunidad: una vez hace mucho tiempo, le rompieron el corazón. Conmigo quiere redimirse, pero es imposible. Yo amo a otro, y él ya no puede volver a amar.
miércoles, 17 de octubre de 2012
Pensé en ti
A la sombra de un lapacho, otra vez pensé en ti.
El rosado de sus flores se subió hasta mis mejillas,
y en mis labios su perfume me hizo evocar tu aliento,
y sus ramas al viento fueron tus brazos abiertos.
Sentada en la banca del parque, otra vez pensé en ti.
Las palomas al vuelo acariciaban el aire,
y sentí tu caricia y tus manos en el viento,
y suspiré enamorada otra vez, por un momento.
Bajo el sol de plaza, otra vez pensé en ti.
Tan lejos de todo lo que un día llamé casa,
y te miré entonces doblando la esquina,
y supe que hogar para mí no hay sin ti.
jueves, 11 de octubre de 2012
El tendedero
Estábamos afuera, en el patio. Hacía rato que era de noche. El viento jugaba con las sogas del tendedero, y los broches, como si fuesen pajaritos de colores juguetones, se columpiaban en ellas. Empezaste a ordenarlas, más bien distraídamente: por tamaño, por forma y por color.
—Me recordaste a Benedetti.
—¿Qué de Benedetti?
—“Rostro de vos” —dije. Añadí —“tengo una soledad tan concurrida…”, ¿cómo es que la ordenaba?
—¿Vos tenés soledad?
—No —mentí, —Sólo que verte ordenando los broches me recordó a Benedetti.
Bajo el brillo del sol, los broches en el tendedero siguen pareciendo pajaritos que están a punto de alzar el vuelo. Ya están desordenados de nuevo. Ahora estoy de nuevo afuera, mirándolos. Sigo preguntando al tendedero cómo es que se ordenaba aquella soledad. ¿Por nombre? ¿Por color? Ya no me acuerdo: el libro se ha perdido o se ha quedado muy lejos. No puedo ordenar mi soledad.
Con cariño, para @evagraciela
viernes, 5 de octubre de 2012
De 5 a 5
De 5 a 5, seis meses. Se van en un parpadeo: el que hice cuando te vi, tras seis meses, esperándome en el aeropuerto. Pasaron así, en un abrir y cerrar de ojos. Esos ojos que un 5, seis meses antes, estaban cerrados, llorosos, angustiados, y yo, hecha un ovillo en mi cama, abrazando un recuerdo que todavía tenía tu perfume y una soledad tan grande que no cabíamos las dos en la cama. Un 5 que tres meses antes tenía a mis ojos con ansias de verte, con hartazgo de esperarte, con ganas de abarcar los 7000 kilómetros que nos separaban de una sola mirada. O sencillamente, de columpiarse un rato, un ratito más sobre los tuyos. El último 5, el más deseado, mis ojos te buscaron tras esas ojeras de insomnios solitarios, y al fin te encontraron. Fue el más largo y doloroso parpadeo, pero ya habías llegado.
miércoles, 3 de octubre de 2012
Todo lo que no
Ese primer beso que no dio para un segundo. Esas manos que nunca se atrevieron a tomar las mías. Ese adiós que fue aunque no. El silencio que no escuché. Las palabras que no grité. Los besos que me negaron. Los “sí pero no”. Esa tarde caminando bajo las farolas que no se repitió. El abrazo que no quería ser el último. La espera que no era. El ramo de rosas que nunca llegó. Los talvez que fueron nunca. El viaje alrededor del mundo que nunca ocurrió. Las palabras que no eran suyas. Las lágrimas que no lloré por orgullo, y el orgullo que no supe perder a tiempo. El tren que no esperé. Todo lo que salió mal, a fin de cuentas, salió bien. Todo lo que no que es sí porque todos ya fueron. Todo para que tú y yo fuésemos el sí que hoy somos y seremos.
miércoles, 26 de septiembre de 2012
Las sabe
La vemos sentada en el borde de la piscina. Abraza sus rodillas y mira la luna reflejada en el agua quieta. Es un agua oscura, como sus ojos, pero no lo notamos en medio de esa penumbra. La vemos pensar: frunce el ceño. Podríamos hacer un esfuerzo y escuchar, más allá de la quietud de la noche, de los insectos cantores, qué está pensando. La vemos pensar y con un poco de imaginación, la escuchamos. Pero no la escuchamos: sabemos. Sabemos que está pensando que sabe que hay muchas formas de romper un corazón. Sabe que sabemos que las ha probado todas. Quizá las haya inventado. Las sabe. Uno de sus suspiros rompe el silencio, como un cristal. La vemos rodar, precipitarse al fondo de la piscina. Sabemos que sabe que como Virginia, sus bolsillos están llenos de rocas. La vemos morir. Sabemos que sabía, aunque en realidad, nunca sabes.
sábado, 22 de septiembre de 2012
Instrucciones para aparentar (con pericia) no ser una soltera desesperada*.
*Si usted es un soltero desesperado, póngalo de inmediato en su estatus en redes sociales y espere.
1. Asegúrese de ser una soltera desesperada. El primer síntoma es no haber tenido una cita, un novio o sexo casual en más de seis meses. Normalmente a los cuatro comienza a ser evidente. Note que a los doce ya es usted un caso clínico y necesita ayuda profesional, o tal vez necesita seguir las instrucciones para curar el mal de amores.
2. El propósito de aparentar no estar desesperada es aparentar lo contrario, es decir, que es una mujer feliz y dueña de sí misma, lo cual le permitirá encontrar una relación estable, o por lo menos una tan estable que le permita a usted decir en voz alta que ni es soltera, ni está desesperada. Antes de aventurarse por los terruños de la estabilidad, tal vez querría seguir las instrucciones para tener una decepción amorosa, o bien las instrucciones para amar a alguien sin ser correspondido. Recuerde que la vida es corta: decida sabiamente.
3. Tenga en mente que lo que usted busca no es amor, sino aparentar que no está desesperada. Comience aparentando que se alegra por las relaciones de sus amigos, especialmente los más cercanos o los que recientemente han encontrado una relación. Jamás diga en presencia de nadie: “ojalá eso me pasara a mí”. Guárdese sus opiniones, malas caras y pucheros lo más que pueda.
4. Nunca aventure un comentario desesperado a sus conocidos, pero haga partícipes a sus amigos cercanos. Pídales que le inviten cuando el plan incluya mucha gente, por ejemplo, salir a restaurantes o al cine. Evite encuentros sociales etílicos, a menos que busque un encuentro casual, en cuyo caso usted necesita una cerveza y no estas instrucciones. Sea sociable.
5. Tenga un tema de conversación, pero no se exceda. Recuerde no mencionar su situación sentimental: sus sentimientos no son tema de conversación entre grupos grandes, al menos no con usted presente. Evite también las opiniones demasiado apasionadas, en especial sobre temas polémicos. Recuerde: a nadie le gusta la gente intensa.
6. Si conoce a alguien interesante, invítelo a salir. No sea tímida: la proporción de hombres en relación a la cantidad de mujeres disponibles no da como para ser pudorosa. Además, se supone que usted es feliz y dueña de sí misma. Atrévase.
7. Tenga citas, aun cuando las ofrezcan hombres que usted normalmente no tendría en consideración para salir. La idea es que sea usted vista en compañía. Nada es más apetecible para un hombre que una mujer que está ocupada. En una de esas deja usted la soltería y puede dejar de estar desesperada.
8. Si hace uso de las redes sociales, nunca mencione abiertamente que está desesperada. Sea discreta, de lo contrario, la gente le tendrá lástima y no faltará quien desee invitarle una cerveza, como explicamos en el punto 4.
9. Pruebe hacer nuevas actividades. Deportes y artes son adecuadas. Tal vez descubra en usted un nuevo talento. Conocerá gente interesante. Seguramente usted no encontrará así al amor de su vida, porque hay instrucciones precisas que señalan que no es así, pero al menos le dará el aire. La palidez no es atractiva.
10. Manténgase ocupada. Entre más tiempo invierta en realizar actividades, menos tiempo tendrá para estar desesperada. Recuerde siempre fingir felicidad: tal vez en algún momento usted acabará por convencerse a sí misma y será feliz, y le resultará verdaderamente atractiva a alguien que, seguramente, está dispuesto a hacerla dejar la soltería.
viernes, 21 de septiembre de 2012
Cualquier cosa (V)
Primera parte.
Segunda parte.
Tercera parte.
Cuarta parte.
Abrazada por la oscuridad, sabe que él duerme a menos de medio metro de ella. Siente el peso de su cuerpo sobre el colchón. Escucha que respira tranquilamente. Siente que su perfume la envuelve. Yace ahí, a su lado, profundamente dormido, indefenso, ignorante de que temprano ese día, ella ha decidido matarle. Lo haría con su propia almohada. La pondría sobre su cara para evitar que en la sombras de la oscuridad, él adivinara que la mano de su asesino es justamente su pequeña, delicada y amorosa esposa. Pondría todo su peso sobre él, y esperaría sin decir nada, sin hacer ningún sonido, a que él se ahogara. Luego volvería a acomodar su almohada y se daría la vuelta para seguir durmiendo. En la mañana pensaría qué hacer con el cuerpo. En la mañana sabría si se atrevió o no. En la mañana estaría segura de que fue por amor.
Segunda parte.
Tercera parte.
Cuarta parte.
Finale
Abrazada por la oscuridad, sabe que él duerme a menos de medio metro de ella. Siente el peso de su cuerpo sobre el colchón. Escucha que respira tranquilamente. Siente que su perfume la envuelve. Yace ahí, a su lado, profundamente dormido, indefenso, ignorante de que temprano ese día, ella ha decidido matarle. Lo haría con su propia almohada. La pondría sobre su cara para evitar que en la sombras de la oscuridad, él adivinara que la mano de su asesino es justamente su pequeña, delicada y amorosa esposa. Pondría todo su peso sobre él, y esperaría sin decir nada, sin hacer ningún sonido, a que él se ahogara. Luego volvería a acomodar su almohada y se daría la vuelta para seguir durmiendo. En la mañana pensaría qué hacer con el cuerpo. En la mañana sabría si se atrevió o no. En la mañana estaría segura de que fue por amor.
jueves, 20 de septiembre de 2012
Si yo fuera
Si yo fuera tinta, sería indeleble.
Ni con lágrimas sobre el papel,
ni con tiempo, ni en silencio
podrías callarme.
Si yo fuera indeleble, sería inolvidable.
Tal vez no sería mi nombre,
ni en mi nombre, pero
tendrías que pensarme.
Si yo fuera inolvidable, te arrepentirías.
Recordarías las lágrimas,
y la distancia, el dolor
habría de matarte.
Ni con lágrimas sobre el papel,
ni con tiempo, ni en silencio
podrías callarme.
Si yo fuera indeleble, sería inolvidable.
Tal vez no sería mi nombre,
ni en mi nombre, pero
tendrías que pensarme.
Si yo fuera inolvidable, te arrepentirías.
Recordarías las lágrimas,
y la distancia, el dolor
habría de matarte.
miércoles, 19 de septiembre de 2012
Terremoto 1985
Le he preguntado a mucha gente qué es lo que vió, qué es lo que vivió. Lo viven otra vez conmigo. Lo más significativo que me cuentan es el silencio. Y luego los edificios cayendo, los vidrios rotos, los gritos y llantos.
Un tío fue brigadista en el Centro. Dice que aquello apestaba a muerto y a tristeza. Cuenta que a mucha gente no la pudieron sacar. Se la llevaron entre los escombros.
Un compañero de trabajo de mi tía tuvo que ir al Parque del IMSS a buscar a su familia. Cuenta que el Parque estaba lleno de cadáveres, en las gradas, en todas partes. Miles de cuerpos en bolsas, esperando.
Mi tía abuela iba en su coche a dejar a su hija al Cultural. Iban tarde. Sobre el puente de Taxqueña y Tlalpan, ahí les tocó el primer sismo. Les tocó ver como un hotel se desplomaba sobre la escuela. Muchas niñas perdieron la vida.
Mi tío iba a su oficina circulando por viaducto, viendo cómo se desplomaban los edificios en la Colonia Roma.
Mi tía vivía en el 7o entrepiso de un edificio junto al Viaducto, del lado donde casi no pasó nada. Los vidríos se quebraban, no podían bajar, todo brincaba, cuenta que era impresionante. No supieron qué estaba pasando, hasta que lograron llegar a Coapa a casa de mi abuela y escucharon el radio. Mi tío se fue a su oficina en la Del Valle, para organizar una brigada de ayuda.
Una amiga de mi tía se unió a las labores de rescate en la Roma, buscando también a sus tíos. Encontraron a su tía y sus primas; su tío murió de un infarto. Pese al dolor, se quedaron a tratar de ayudar a más.
Ese día no hubo héroes anónimos: los héroes fueron nuestros padres, nuestros amigos, nuestros vecinos.
Otro tío iba a trabajar en metro al Centro. Cuando acabó el sismo, los dejaron bajar, y se ofrecieron camiones para llevarlos. Los camiones no pudieron pasar. La gente se bajó para ir caminando, desde General Anaya hacia el Centro. Nadie sabía qué estaba pasando, hasta que recorrían Tlalpan a la altura de Portales, se dieron cuenta de la magnitud de la tragedia. Él se puso a buscar un teléfono para asegurarse de que mi tía estaba bien. Luego, fue a tratar de ayudar, pero no los dejaban pasar.
Un conocido de mi madre se fue de voluntario. Estuvo trabajando en un edificio que recuerda particularmente. Encontraron a una familia. Habían muerto. El padre los abrazaba a todos. Fue triste y conmovedor.
La hermana de mi abuelo vivía en Coyoacán. Miraba por la ventana cómo el edifico frente ella se desmoronaba. No hubo sobrevivientes.
Mi papá tuvo un colega que pasó muchos días enterrado bajo un CONALEP. Cuando había temblores, se aferraba a una columna, gritando aterrorizado, como mucha gente que vivió el Terremoto.
¿De veras se necesita una tragedia para hacernos ser héroes de nosotros mismos?
Una amiga de mi madre iba en el metro. Dice que se movía como un gusano, no había de qué agarrarse. Cuando se detuvo finalmente, pudieron bajar y caminaron por las vías hasta que llegaron a una salida de emergencia.
Mi tía abuela era enfermera en el Centro Médico. Se quedó colgada de una escalera cuando todo se vino abajo. Cuando lograron bajarla, la enviaron a atender a los heridos que sacaban del metro. Ni tiempo para reponerse del shock. Dice que del metro salían heridos con víceras reventadas, huesos fracturados, todos en el jardín frente a los restos del Centro Médico.
Conocí a una mujer que contaba que ese día, acababa de mandar a sus hijas a la escuela, al Cultural. Mientras la tierra se movía, y contra todo sentido común, corrió a la azotea de su edificio, desde donde se veía la escuela. Dice que no se veía nada. Sentía el polvo en la nariz y no podía respirar. No podía ver qué había pasado con la escuela. Empolvada, angustiada y temerosa, salió de su edificio para correr hasta sus hijas. Afortunadamente, las encontró con vida.
Un amigo de mi madre estaba en el Hotel Regis. Salió a desayunar temprano, para ver, con horror, cómo se desplomaba el edificio.
El papá de una amiga ayudó a las labores de rescate en el Centro. Cuenta que había lugares que apestaban a muerte... Cuenta también que había lugares en donde sus pies chacualeban en sangre.
Recuerdo la historia de un profe: andaba por la Roma, se bajó de su coche y se puso a tratar de ayudar, como todo el mundo. Removiendo escombros, de pronto encontraron a un hombre. Al tratar de sacarlo de los escombros, les dijo: "no, esperen... mi hijo". Le ayudaron a sacar al niño. Mi profe lo recibió. Estaba muerto. Dice que eso cambió su vida. Ahora dirige una ONG que ayuda a niños de la calle.
Durante el segundo sismo, el único canal que se veía era el 3 de Puebla. Estabamos en Coapa. Vivíamos en el 2o piso de un duplex, pero no había manera de bajar, todo se movía. Los Scouts hicieron recorridos para recomendar que no prendieran velas, por las fugas de gas.
A pesar de la tragedia, fue un lindo día: la gente salió a las calles a tratar de ayudar a otros. Fue esperanzador.
viernes, 14 de septiembre de 2012
Instrucciones para mantener distancia en una relación a distancia*
*El fracaso de la autora no indica el fracaso del método.
1. Siga las instrucciones para enamorarse. Póngase un reto interesante: el objeto de su afecto no debe tener más inconveniente para estar con usted que la distancia. Los casados y/o involucrados en una relación, en realidad no son un reto, porque la razón para mantener su distancia está a la vista. Elija cuidadosamente.
2. Asegúrese de que el objeto de su afecto viva a una distancia prudencial. Si usted puede llegar a casa de su otro significativo en trasporte público, este método no le servirá.
3. Asegúrese de que sabe muy bien cómo encontrar al objeto de su afecto a toda hora. Sus horarios de conexión a las redes sociales son importantes. Esto le servirá para establecer la relación. Recuerde, lo que usted quiere es la relación y la distancia. Cultívelas.
4. Mantenga conversaciones telegráficas durante el día. Pregunte qué está haciendo. Muestre interés, pero no sea entrometido. Nunca hable del futuro más que en términos hipotéticos. Esté presente siempre. Sea un vivo recordatorio de la relación y de que la distancia, por el momento, es un obstáculo.
5. Cuando hable con el objeto de su afecto, haga comentarios que lleven implícito el deseo de verle en persona. Si puede hacer que el comentario implique no sólo el deseo de verle, sino además verle pronto, logrará mayor efectividad. Es importante que nunca haga estos deseos explícitos, ni que establezca una fecha o un plazo. Usted no debe sentir la presión de que ese momento llegue, y su otro significativo no debe sentir que el momento se acerca.
6. Perfeccione sus técnicas de stalkeo. Recuerde: usted necesita motivos para mantener su distancia, pero también para mantener la relación. Si usted nota algún comportamiento fuera de lugar, o que indique que el objeto de su afecto coquetea descaradamente con alguien, termine la relación y siga las instrucciones para curar el mal de amores. Recuerde: una relación implica exclusividad, no importa que sea a distancia.
7. Si en cambio nota una falta de interés, haga drama. Tómeselo personal. Reclame con justa razón. Pregunte al objeto de su afecto por qué su vida no gira en torno suyo. Cuestiónele duramente. Si luego de uno o dos de estos dramas usted ahuyenta al objeto de su afecto, sabrá que no era la relación a distancia ideal para mantener la distancia.
8. Si en cambio, el objeto de su afecto sigue ahí, evite El Tema. El Tema consiste en “cuándo nos vamos a ver”. Usted puede capotear con elegancia el asunto arguyendo cuestiones de trabajo y/o dinero, pero si El Tema termina por ser inevitable, tendrá que hacer una de dos cosas:
9. Tome distancia. Cambie sus rutinas y, sobre todo, sus actitudes. Llegará el momento en que el objeto de su afecto perciba que le está perdiendo y querrá regresar al status quo anterior. Si usted puede mantener un ciclo interminable perpetuando esta situación, habrá logrado el éxito en mantener distancia en su relación a distancia.
10. Si por el contrario, El Tema le ha obligado a dar una fecha y un plazo, resígnese. En breve tendrá que darle la cara al objeto de su afecto y, con un poco de suerte, tendrá que seguir las instrucciones para amar a un hombre o entender a una mujer, y resignarse a ser feliz.
jueves, 13 de septiembre de 2012
Pensé
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Pensé que pasaban las horas sólo porque seguía sola y no estabas aquí. Pensé que quizás el tiempo no pasa si lo paso pensando en ti. Pensé que tal vez pensabas que no te extraño ni te necesito. Pensé que no sé qué piensas. Nunca lo has dicho. Pensé que no llevamos en realidad mucho tiempo juntos. En realidad lo que importa no es el tiempo, pienso, sino lo que compartimos. Pensé que tenemos en común las palabras. En realidad sólo algunas, pienso, porque de tu “venís” a mi “vienes” hay un mundo de diferencia. Pensé que a pesar de esa diferencia, compartimos cosas. La música, el silencio, el pan y, sí, la prosa. Pensé que somos compañeros de las palabras y las cosas. Hay palabras que nos distancian, pienso, pero hay otras que nos juntan. Pensé, después de todo, que “te amo” aquí y allá es la misma cosa.
miércoles, 12 de septiembre de 2012
Nuestra Boda
Recién casados. |
También pensé que iba a estar mucho más al pendiente de las nimiedades que de disfrutar el momento. O que estaría tan emocionada que lloraría todo el tiempo. Pero no: la verdad es que ni siquiera cuando el cursi, encantador y pinche Rubén leyó los votos que escribió para mí, ahí, frente a toda esa gente (la mayoría de la cual veía por primera vez), me ganaron las lágrimas, aunque estaba tan conmovida que ganas no me faltaron. En vez de eso, disfruté cada minuto, desde que salí con el vestido, lista para encontrarme con él para la sesión de fotos, hasta que volvimos a la habitación del Hotel Ancira (donde celebramos la fiesta y nos hospedamos) a descansar un rato. Todo, todo, todo, fue de cuento de hadas. Todo el tiempo sentí que estaba jugando, como cuando era niña y junto con mis primas jugábamos a ser “grandes”, y me divertí como nunca.
También pensé que a lo mejor un poco de distancia/tiempo me daría perspectiva para no tener una visión tan romántica de esos momentos. Pero no: a un mes sigo teniendo la misma sensación de que fue maravilloso, único e irrepetible, y si tuviera que vivirlo otra vez lo haría exactamente igual. (Quizá de eso le tengo que agradecer a Delia que estuvo ayudándome de cerca con todos los preparativos y además nos tomó las fotos). Tal vez el truco es ese: no presuponer nada, porque a fin de cuentas uno nunca sabe cómo va a sentirse o a reaccionar, hasta que las cosas pasan.
Y sigo pensado que fue la mejor boda.
martes, 11 de septiembre de 2012
En mi pueblo
De la Puna, Rubén Daltoé, 1965-1975. |
lunes, 10 de septiembre de 2012
Vamos a ser poesía
Te leo de día,
para encontrarte,
para sentirte
tomando mi mano,
para recordarme como siempre fui: tuya.
Te escribo de día,
para que calles,
para que me sientas
cerca de tu pecho,
para que me escuches con la piel y las manos.
Te leo de noche,
para dormirme,
para no dejar de imaginarte
esos ojos de sol,
para soñarte como si fueras mío.
Te escribo de noche,
para que me sueñes,
para que despiertes
con mi nombre en los labios,
para que amanezca mi risa en la luz de tu ventana.
domingo, 9 de septiembre de 2012
Niebla
viernes, 7 de septiembre de 2012
Me hubiese gustado
Me hubiese gustado llegar a esa cita que tenías con la luna. Mirarte sentado en el tejado, con el gato negro en el regazo, y sin hacer ruido acercarme despacio. Me hubiese gustado estar ahí, en silencio, mientras tú y el gato le cantaban a la luna. Fumarme un cigarrillo y escuchar lo que nunca pudiste decir. Me hubiese gustado estirar la mano lo suficiente para rozar la tuya. Sentir la tibieza de tu piel y que supieras que yo también. También te esperaba. También te extrañaba antes de conocerte. También estaba pendiente de tus parpadeos. Me hubiese gustado romper el espejo con mis manos. Mirar las cicatrices y amar las heridas. Hacerte saber que sabía que eras tú y era yo, de otra manera. Me hubiese gustado encender la luz de tu mirada. Y es que la luz al final del túnel es la de tus ojos. Todavía. Siempre.
miércoles, 5 de septiembre de 2012
Tal vez
Tal vez seré la huella de la lluvia y tus lágrimas en un charco.
Quizá sólo tus lágrimas sin voz.
Tal vez seré tu voz cuando ya no te quede nada por decir.
Quizá sólo el sonido sin lugar y sin camino.
Tal vez seré tu camino cuando ya no tengas adónde ir.
Quizá sólo la brecha que se pierde entre la hierba, sin muro que la detenga.
Tal vez seré el muro en el que te romperás los puños.
Quizá sólo la fuerza de tus manos sin caricias y sin rosas.
Tal vez seré la rosa de todas tus espinas.
Quizá sólo la última espina en tu corazón.
Pero siempre, siempre te amaré.
miércoles, 25 de julio de 2012
¡Feliz cumpleaños @OtroRuben!
Conejito,
Ya sé que no eres fan de las sorpresas, pero conmigo no vas a poder evitarlas porque me encantan, y me hubiera encantado mirarte la cara cuando "abrieras" ésta: espero que te haya dejado una sonrisa de oreja a oreja. Te amo. Feliz cumpleaños.
Tu Nadia.
sábado, 12 de mayo de 2012
Dos Círculos
Dos círculos perfectos, pequeños y plateados, con breves mensajes sobre el lomo grabados; dentro, dos arrobas y una fecha, esperando que suceda lo más inesperado. Dos mensajes que en tan sólo veinte letras, tal vez menos, hablan de dos promesas que son la misma línea continua pero desde dos extremos: uno allá en el sur, acariciando el Ande, encerrado en su cuarto al final del pasillo; otro entre los cerros y el calor, muy cerca del Río Bravo. La fecha, un día doce, marcada está en el calendario: es la cita y la hora a la que todo esto nos ha llevado. Siete mil kilómetros por medio esperan impacientes la hora de ser cero. Doce meses terminan lo que empezó y espera comenzar, ser nuevo y para siempre. Dos anillos que vamos a entregarnos: ya sólo faltan nuestros dedos, mi mano en la tuya, y un beso en los labios.
Para Rubén, nueve meses después, tres meses antes.
Si quieres tu tuit en un anillo, visita Bizzarias.
Si quieres tu tuit en un anillo, visita Bizzarias.
jueves, 3 de mayo de 2012
Carta para Nadie
Hoy me levanté temprano. Hice yoga, me bañé y me arreglé. Me puse guapa: tacones altos y sonrisa falsa. Salí a compartir el mundo con Nadie. Fuimos a comer, al cine, a mirar zapatos. Luego nos tomamos un café, leímos un rato. En la calle, un indigente, un viejo paralítico y desdentado sí notó la tristeza y el llanto contenidos y nos dijo "ánimo". No le hicimos caso. Volvimos a casa. Nos encerramos en la habitación. Nos quitamos los tacones, el maquillaje, y la sonrisa falsa. Nadie seguía aquí conmigo. Insiste en quedarse y yo le escribo. Ya le dije que estoy tan harta de estar sola, de no entender, de fingir que soy fuerte. Me derrumbo en la cama. Lloro un rato. Mañana será otro día. Otro miserable día, que tal vez pase. Ya le dije que estoy harta. Se lo dejo por escrito, a ver si se larga.
viernes, 27 de abril de 2012
Yo creo tu amor
Prometió escribirle todos los días. Y así lo hizo por mucho tiempo. Hasta que un día de abril, sus cartas de amor dejaron de ser respondidas. Entonces empezó a enviarlas sin remitente y, al poco tiempo, sin destinatario. Eran cartas para nadie y, por tanto, para todos. Cartas de amor sin fecha y sin rumbo. Eran también las más honestas. Una vez recibí una de esas cartas. Debe haber sido un error porque aquí el amor nunca había pasado. La carta decía: "Yo creo tu amor". Al principio no entendí. ¿Era que creaba mi amor o que lo creía? Guardé la carta mucho tiempo. Hasta que lo entendí un día. El amor se cree cuando crees, y crees en él cuando lo creas. "Yo creo tu amor", decía, y era cierto. Fue la única vez que me enviaron tanta verdad en un sobre cerrado, con estampillas y escrito a mano.
domingo, 22 de abril de 2012
A mis 32
Deshojar margaritas lo hacía a mis quince, cuando esperaba al príncipe azul que llegó y se fue, y lo único azul que dejó entre mis manos fue un adiós involuntario. Coquetear con cualquier chico lo hacía a mis veinte, pero al instante dejaban de ser interesantes porque sólo eran envoltorios bonitos de un regalo de aire. Confiar en las promesas lo hacía a mis veinticinco, y me prometieron tantas cosas que jamás cumplieron, que me pensé herida de muerte. A mis treinta, con el corazón herido, no sabía que era capaz de amar a nadie. Hasta que llegaste. No lo he hecho muy bien contigo: es que no tengo práctica en esto de amarte. Y aunque me equivoco, me amas, y porque te equivocas, te amo. A mis treinta y dos, conservo un ojalá: darte ese primer beso una segunda vez, para empezar de nuevo, amarnos más y equivocarnos menos.
sábado, 7 de abril de 2012
No lloré
La última vez que me abandonaron, fue frente a la estación del tren. Tenía el boleto en la mano y no quería partir. Me había dicho que lo nuestro no podía ser, como si alguna vez algún beso, alguna caricia, alguna sonrisa, hubiese sido nuestra. Nada de eso era compartido. Era suyo, porque se lo di. Era mío por la misma causa. Pero nunca hubo nada nuestro. Me abrazó con fuerza y apenas alcancé a escuchar “te quiero”. Me besó por última vez. Le dije adiós y no lloré. Él me había dicho que yo era como un sueño. Y no hay nada más triste que haber sido el sueño de alguien que nunca se atrevió a hacerlo realidad. Yo tomé el tren y me fui. Pero no me fui: a mí me abandonaron. Y no lo supe entonces, pero alguien iba a encontrarme. Tal vez por eso no lloré.
viernes, 6 de abril de 2012
Quédate
Se habían conocido en la primavera de sus vidas. Apenas quince años, cuando es la última vez que las cosas importantes te pasan por primera vez. Como el amor. Se habían amado, quizá un poco demasiado temprano. Quizá un poco demasiado tarde, porque cuarenta días después, ella tuvo que marcharse. Quizá por miedo; tal vez por orgullo, pero él no pudo, no supo decirle quédate. Cuarenta años después volvió a verla. Demacrada y marchita. Quería decirle que aún la amaba, que volviera, que todo sería como antes. Quería decirle que todo volvería a ser igual. Que el tiempo no pasó nunca y que quería, todavía, pasar el resto de su vida con ella. Ella lo miró, irreconocible. Le sonrió a medias y se marchó, como siempre, sin mirar atrás. Él, por segunda y última vez en esa vida, no pudo decirle "no te vayas". Y la dejó irse para siempre.
domingo, 1 de abril de 2012
Un anciano cualquiera
Cualquiera diría que es un anciano cualquiera. Es un anciano cualquiera, sentado en la banca del parque, alimentando con migas de añoranza sus recuerdos. Como las palomas, una tarde cualquiera, salen del fondo de su memoria y vuelan ante sus ojos, mientras él, muy quieto y muy callado, los mira. De pronto pasa ante su mirada una piel suave y blanca. Una que sus manos solían saber de memoria. Recuerda esa piel que era tan suya como si fuera propia, esas pecas que sus labios besaron hasta el cansancio. Recuerda entonces que esa piel tenía el rostro que más había amado, y un par de amadas manos blancas que tantas veces había estrechado. Recuerda entonces todos los años que habían arrollado a aquellas manos. Las recuerda viejas y manchadas, inertes y muertas. Unas lágrimas después, ya no quiso más que recordar que tal vez ella lo esperaba del otro lado.
viernes, 30 de marzo de 2012
Me desconcierta
Hay cosas que me calientan la cabeza, que no son el sol de primavera ni los gorros invernales. No son los sombreros en verano, ni un té caliente una tarde de lluvia. No son los problemas, ni el tiempo y la distancia. Tampoco es la duda, la mía ni la suya. No son tanto las mentiras, sino los desdecires: lo que se dice y luego se desdice, que podría ser verdad si no fuera mentira, pero ya dicho es la verdad y de pronto, con un hecho deja de serlo y ya. Me calienta la cabeza que me miren y me digan, y luego vayan y hagan todo lo contrario. Me desconcierta que me digan que no haga y luego vayan y lo hagan. Me inquieta que se deba recurrir a la promesa porque la sola palabra ya no vale nada. Me calienta la cabeza y vaya que me desconcierta.
miércoles, 28 de marzo de 2012
A Rubén
A Rubén no le gusta mirarse en el espejo. Será que no se encuentra ahí, que no se reconoce. Yo lo reconozco, lo miro, lo estudio. Cada gesto y cada mirada, su manera de sacudir la cabeza y mirar la nada, batir las pestañas y reír con ganas. Todas las sé, las siento. Recuerdo caminar por una calle concurrida, como nadando contracorriente en un río de rostros anónimos y ajenos. Recuerdo haber apretado el paso para apurar el encuentro. Recuerdo que mi corazón saltaba e igual hacía mi mirada de cara en cara, de silueta en silueta. Recuerdo haberlo visto a la distancia: lo hubiera reconocido en cualquier parte. Lo miré a la distancia: sí, lo reconocía. “Hola, mi amor”. Le di un abrazo. Sí era él. Es siempre. A Rubén no le gusta mirarse en el espejo, pero yo lo miro, lo encuentro, lo memorizo y siempre lo reconozco.
lunes, 26 de marzo de 2012
Tristeza
Morir de tristeza no es morir en realidad. Es seguir viviendo aunque no puedas más. Es mirar las puertas y encontrarlas cerradas. Es abrir las ventanas y ver el cielo nublado. Es caminar sin rumbo, con dolor de pies, y con ganas de no llegar a ningún lado. Es sentir el corazón, aunque lata sin sentido. Es perder la capacidad de asombro, el hambre de saber, la dirección de la mirada y las ganas de tener. Es dormir a la intemperie del sueño, soñar con el vacío, en vagancia permanente entre el sueño y la vigilia. Es sentir el mundo a cuestas y sentirse ligero al mismo tiempo, sin ataduras pero atado a la cruda realidad. Es respirar sintiendo cómo el aire quema los pulmones. Es un suspirar continuo que ahoga y cansa. Es desear no haber nacido. Morir de tristeza es morir un poquito cada día, todos los días.
miércoles, 21 de marzo de 2012
Para hacer poesía
Le dijeron que para hacer poesía, tenía que clavarse las uñas en la piel para ver qué había debajo. Le dijeron que tenía que llorar sangre, ahogarse de vez en cuando en llanto. Le contaron que la poesía le tenía que dejar el pecho abierto, el corazón descubierto, y las razones colgando por un lado. Que debía dejarse caer en todos los abismos, decir sí a todas las mentiras, probar los venenos del crudo desengaño. Debía tener la sonrisa firme aunque los ojos le ardieran por el desencanto. Le dijeron que tenía que seguir como una sombra, sucumbir al vértigo, entregarse al pánico. Tenía que doler dentro, en ese rincón en donde siempre faltará algo. Tenía que entregar los huesos y la piel, perder la cabeza y perecer, y empezar otra vez. Le dijeron que para hacer poesía, tenía que ser poesía: ser dolor, ser amor, ser fe, ser desengaño.
miércoles, 14 de marzo de 2012
Eres así
domingo, 11 de marzo de 2012
Todo corazón es nada
Te dije basta: deja ya de doler. Deja ya de molestar con tus quejidos. Déjame. Dueles y me duele y me lastimas. Cállate. Aléjate. Distráete como puedas. Con quien puedas. Con quien quieras. También en este dolor estás solo. Solo, corazón, estás solo. Esa es tu realidad, tu presente. Resígnate de una buena vez. Te tienes a ti y a esa soledad y a ese dolor de siempre. ¿Es el dolor de siempre? Sí, pero más. Es más que dolor. Es añoranza. Es desamparo. Es desengaño. Un dolor físico que te envuelve todo. Todo, corazón, es nada. Todo corazón es nada. Un corazón roto no basta para que el mundo se detenga mientras lo arreglas. Un corazón roto no basta para nada. Para nadie. Así que deja de doler ya y sigue. Late. Late, corazón, y no te quejes. Tu dolor no es el primero, ni el único que duele.
viernes, 9 de marzo de 2012
La perdió
Tiene la guitarra entre las manos. Los dedos han perdido la fuerza; han perdido los callos. El sonido aún está ahí; también está la armonía. La música está para ser descubierta o para ser perdida. Pero no viene la letra. No encuentra la melodía. No sabe por dónde empezar a armonizar el sentimiento y la agonía. Le da un sorbo a la cerveza. Una fumada al cigarrillo. Vuelve a escuchar en su cabeza todas las canciones. Todos los latidos. Se acuerda de ese día, hace ya tantos ayeres, en que en sus manos era ella la música y los placeres. Se acuerda de su piel, de sus gemidos. Se acuerda que era suya y que su música eran sus latidos. Da otro sorbo a la cerveza. Detiene los recuerdos. Pero saber que la perdió le arranca los suspiros. La ama todavía: la guitarra no tiene la culpa de haberla perdido.
lunes, 5 de marzo de 2012
Antes, después
Despierto. Estiro la mano hacia la nada que dejaste en la almohada vecina. Suspiro. Miro el teléfono móvil: ningún mensaje. Como antes de conocerte. Como después de que te fueras. Salto de la cama. Salgo a la vida. Camino. Con la mano vacía. Como antes de que tomaras mi mano. Como después de que me dejaras. Me siento en un columpio y sonrío. Como antes de que llegaras. Como lo hago ahora que no estás conmigo. Es una sonrisa parca, vacía. Una sonrisa que sabe que no estás. Pero estuviste. Pero estarías si la vida no fuera lo que es: un chiste. Vuelvo a casa. Sirvo un café que tomo solo, sola. Fumo un cigarro que se acaba pronto. Me espera la cama vacía. Abrazo la almohada y lloro otra vez. Como nunca lo había hecho antes. Como hago ahora, cada noche, ahogando los sollozos para no morirme de tristeza.
jueves, 16 de febrero de 2012
Instrucciones para tener una decepción amorosa*
*Ojo, no es lo mismo una decepción, que amar a alguien sin ser correspondido. Para tal efecto, mire las Instrucciones para amar a alguien sin ser correspondido. De lo contrario, siga leyendo.
1. Si no está enamorado, enamórese. Aquí se explica cómo.
2. Es importante que su otro significativo también esté, o diga que está, enamorado de usted. Es el acuerdo mínimo para una decepción. Puede ocurrir que su otro significativo haga cosas que le hagan suponer a usted que ese es el caso. Siga la corriente. Pero en lo posible, no aclare la situación.
3. Procure tener miedo a enamorarse. Asegúrese de que su otro significativo también lo tiene. Recuerde: el miedo es lo opuesto al amor, y lo que usted quiere no es amor, sino una decepción. No olvide su objetivo.
4. No corra riesgos, y asegúrese de que su otro significativo tampoco está dispuesto a tomarlos. Escúdese en barreras como la distancia, las diferencias culturales o sociales, o intereses divergentes. Recuerde que lo imposible sólo está en su imaginación: imagine mucho.
5. Crea todo lo que su otro significativo le dice. La gente se muestra en realidad en sus acciones, pero omita usted este detalle. Crea ciegamente sólo en lo que le dicen. Fantasee al respecto.
6. Si su situación no es clara, vaya al paso 7. Si su situación es clara, es decir, si la etiqueta de “novios”, “prometidos”, “amantes” está definida, evite en la medida de lo posible establecer las reglas de convivencia. Entre más confusos sean los límites, lo permitido/prohibido dentro de la relación, más posibilidad de malos entendidos habrá, y la decepción estará bien encaminada. No clarifique, y sobre todo, evite el “tenemos que hablar”. Esto podría generar la impresión de que quiere usted una relación estable y no es el caso. Recuerde: lo que desea es decepcionarse.
7. Si su situación no es clara, no la clarifique. Manténgala vaga con un “estamos enamorados” o “somos amigos con posibilidades”. Si puede evitar hacer mención alguna al respecto, mejor. Deje que las cosas fluyan en la incertidumbre. Entre más angustia, dudas y desesperación sienta, mejor. Es un indicador de que está cerca de cumplir su objetivo.
8. Si por un momento comienza a evaluar las acciones de su otro significativo:
a. Y esta evaluación es positiva, aléjese. Dele a entender que la verdad no está usted ni tan enamorado, ni tan comprometido, ni tan entusiasmado. Por un tiempo, trátelo como a cualquiera, para que se le pase. No claudique, aunque tenga ganas.
b. Si esta evaluación es negativa, justifíquelo. Repítase constantemente que él o ella tiene una razón perfectamente válida para hacer lo que hace, ya sea no responder una llamada o un mensaje, no atender a una cita, coquetear abierta y descaradamente con alguien más, etcétera. No importa que la razón, que usted en realidad ignora pero igual imagina, sea poco razonable. Recuerde que la base de toda buena decepción amorosa depende del cuento que nos contamos a nosotros mismos. Sea creativo.
9. Si desea acelerar el proceso, establezca un límite. El límite tradicional comienza como una advertencia: “si conoces a alguien más, prométeme que me vas a decir”. Si usted puede asumir con toda certeza que de parte suya y de su otro significativo, esta advertencia es innecesaria, probablemente no se decepcionará. Recuerde: las personas exitosas sólo hablan de éxito, hablar del fracaso es importante para asegurar la decepción.
10. Cuando ocurra algo que definitivamente termine con la relación, independientemente de que sea seria o no, recuerde todo lo que se esforzó, y siéntase completamente decepcionado. Ahora puede mirar las Instrucciones para curar el mal de amores y prepararse para empezar de nuevo.
1. Si no está enamorado, enamórese. Aquí se explica cómo.
2. Es importante que su otro significativo también esté, o diga que está, enamorado de usted. Es el acuerdo mínimo para una decepción. Puede ocurrir que su otro significativo haga cosas que le hagan suponer a usted que ese es el caso. Siga la corriente. Pero en lo posible, no aclare la situación.
3. Procure tener miedo a enamorarse. Asegúrese de que su otro significativo también lo tiene. Recuerde: el miedo es lo opuesto al amor, y lo que usted quiere no es amor, sino una decepción. No olvide su objetivo.
4. No corra riesgos, y asegúrese de que su otro significativo tampoco está dispuesto a tomarlos. Escúdese en barreras como la distancia, las diferencias culturales o sociales, o intereses divergentes. Recuerde que lo imposible sólo está en su imaginación: imagine mucho.
5. Crea todo lo que su otro significativo le dice. La gente se muestra en realidad en sus acciones, pero omita usted este detalle. Crea ciegamente sólo en lo que le dicen. Fantasee al respecto.
6. Si su situación no es clara, vaya al paso 7. Si su situación es clara, es decir, si la etiqueta de “novios”, “prometidos”, “amantes” está definida, evite en la medida de lo posible establecer las reglas de convivencia. Entre más confusos sean los límites, lo permitido/prohibido dentro de la relación, más posibilidad de malos entendidos habrá, y la decepción estará bien encaminada. No clarifique, y sobre todo, evite el “tenemos que hablar”. Esto podría generar la impresión de que quiere usted una relación estable y no es el caso. Recuerde: lo que desea es decepcionarse.
7. Si su situación no es clara, no la clarifique. Manténgala vaga con un “estamos enamorados” o “somos amigos con posibilidades”. Si puede evitar hacer mención alguna al respecto, mejor. Deje que las cosas fluyan en la incertidumbre. Entre más angustia, dudas y desesperación sienta, mejor. Es un indicador de que está cerca de cumplir su objetivo.
8. Si por un momento comienza a evaluar las acciones de su otro significativo:
a. Y esta evaluación es positiva, aléjese. Dele a entender que la verdad no está usted ni tan enamorado, ni tan comprometido, ni tan entusiasmado. Por un tiempo, trátelo como a cualquiera, para que se le pase. No claudique, aunque tenga ganas.
b. Si esta evaluación es negativa, justifíquelo. Repítase constantemente que él o ella tiene una razón perfectamente válida para hacer lo que hace, ya sea no responder una llamada o un mensaje, no atender a una cita, coquetear abierta y descaradamente con alguien más, etcétera. No importa que la razón, que usted en realidad ignora pero igual imagina, sea poco razonable. Recuerde que la base de toda buena decepción amorosa depende del cuento que nos contamos a nosotros mismos. Sea creativo.
9. Si desea acelerar el proceso, establezca un límite. El límite tradicional comienza como una advertencia: “si conoces a alguien más, prométeme que me vas a decir”. Si usted puede asumir con toda certeza que de parte suya y de su otro significativo, esta advertencia es innecesaria, probablemente no se decepcionará. Recuerde: las personas exitosas sólo hablan de éxito, hablar del fracaso es importante para asegurar la decepción.
10. Cuando ocurra algo que definitivamente termine con la relación, independientemente de que sea seria o no, recuerde todo lo que se esforzó, y siéntase completamente decepcionado. Ahora puede mirar las Instrucciones para curar el mal de amores y prepararse para empezar de nuevo.
martes, 14 de febrero de 2012
Amigas
Las noches en Puebla son una maravilla. Son lo suficientemente cálidas para andar en la calle a deshoras, y lo suficientemente frías para crear un ambiente de nostalgia. Estábamos en la azotea de la desnuda casa de Mónica. Hacía tiempo que no nos veíamos, y la ocasión había requerido un par de cervezas. Las estrellas titilaban sobre nuestras cabezas. La noche se me antojaba irrepetible. A los dieciocho años, una noche de cervezas con tu mejor amiga no puede ser otra cosa que memorable. Hablamos del amor y de la vida, como si a los dieciocho años supiera uno algo del amor o de la vida. Como si fuéramos a saber algo al respecto alguna vez. Las noches estrelladas me recuerdan a esa noche. Esa noche intercambiamos una promesa: el día que muera, en el último momento, si es que acaso piensas en alguien, yo voy a pensar en ti.
Para Mónica.
domingo, 12 de febrero de 2012
Azar
El azar nunca tuvo la intención de que nos encontráramos. Nunca caminamos las mismas calles, nunca nos cubrieron las mismas estrellas. Nunca alcanzamos los mismos picaportes, y nunca te llamé por error, agregando “usted disculpe” antes de colgar el teléfono. Nunca nos tropezamos en el autobús; nunca fuiste ese amable extraño que me sonrió en la calle mientras caminaba recordando alguna amargura. Nunca fuimos al cine a ver la misma película, y nunca estuvimos a punto de vernos al doblar la misma esquina de una calle en la que nunca coincidimos. El azar no quería que continuara alguna historia que empezó como un error: como cuando me caí y ese amable extraño, que no eras tú, me ayudó a levantarme en el parque, o como cuando ayudaste a esa mujer, que no era yo, con las bolsas del mercado. La casualidad nunca jugó con nosotros. Y aún así, nos encontramos.
Para Rubén, seis meses después.
Inspirado en "Amor a primera vista", de Wislawa Szymborska
sábado, 4 de febrero de 2012
Epílogo: el viaje de vuelta
Ningún viaje está terminado, sino hasta que vuelves a donde empezaste, aunque en realidad no sea el mismo lugar de donde te fuiste (mi habitación ahora me parece ajena). Además, tengo que aprovechar el jetlag y su golpe de inspiración, y debería contarles la aventura del viaje de vuelta a México, porque para variar, las historias de Rubén y mías siempre acaban llenas de anécdotas.
Reservamos el viaje de vuelta con Despegar.com. No lo recomiendo nada. Mi primer vuelo salía de Salta a las 11:55, así que nos despertamos muy temprano para estar unas dos horas antes y no andar correteando por el aeropuerto con todo el equipaje, el cual merecería por sí sólo una entrada llena de historias, pero ya le tocará su turno en este post. Además, el Pinche Rubén siempre se pierde en Salta, así que tomamos la precaución de tener tiempo para eso también. Pero Rubén no se perdió y nos las arreglamos para llegar con muchísimo tiempo de anticipación.
Decía que no recomiendo a la citada, y de ahora en adelante innombrable, agencia de viajes, porque cuando llegué a hacer el check in, la chica del mostrador me miró consternada: cuatro días antes, la aerolínea avisó a la agencia que el vuelo se cancelaba, y me habían acomodado en el vuelo de las 9:35, mismo que había perdido. Aunque yo no había sido notificada y la aerolínea no debería hacerse responsable de las cagadas de la agencia, ella logró acomodarme en el vuelo de las 15:25, así que volvimos al auto con todo el equipaje, luego de que llamé a la agencia y maldije en buen mexicano a unas cuatro o cinco personas, porque no lograban comunicarme con quien me pudiera dar razón de nada.
A fin de cuentas, no era tan grave: tuvimos algunas horas más para estar juntos y platicar. Pero con todo y eso, a mí me fue inevitable llorar y llorar mientras hacía la fila para abordar. Y así, como magdalena, lloré y lloré: la azafata me preguntó si podía hacer algo por mí y pues, no, no podía, así que yo seguí chillona las dos horas de vuelo a Buenos Aires.
Ya en Aeroparque, las maletas tardaron unos veinte o veinticinco minutos en salir, y tuve que esperar entre empujones, puteadas en buen argentino, y niños chillones, como corresponde. Tomé un taxi desde la terminal hasta un hotelito donde pasaría la noche, y, miren ustedes, tuve la suerte de encontrarme con un taxista buenísimo, que me sirvió de terapeuta, como siempre hacen los buenos taxistas. Le conté un breve resumen de mi historia con Rubén, y estaba emocionadísimo. Hasta me dijo que cuando volviera a Buenos Aires, o bien cuando Rubén estuviera ahí, le llamáramos para que él nos llevara y trajera a donde fuera. (Si alguien quiere el número de mi taxista bonarense, deje su mail en los comentarios de este post, a él sí lo recomiendo).
En el hotel, esperaba poder ver a mi amiga @mariana_aran, pero ya no se pudo: la ciudad estaba bajo una tormenta fenomenal, había calles inundadas y pasaban cosas horribles por la lluvia. Yo de todas maneras me aventuré a salir a buscar algo que cenar y una caja de alfajores para mi abuela, pero para mi mala suerte todo estaba cerrado. Tenía hambre, estaba mojada como perro callejero, y lloriqueaba mientras caminaba. En ese momento, Buenos Aires me pareció horrible, pero supongo que sólo se debió a que nos conocimos en un mal momento. Volví al hotel, me pedí una pizza y una botella de vino, y me puse a platicar con @oh_Rima por Whatsapp (recomendadísimo) hasta que pude hablar con Rubén por Skype (que también recomiendo), hasta que me quedé dormida.
La mañana siguiente me levanté muy temprano para darme un baño y meter todo de vuelta a las maletas. Me quedaba una hora antes de que mi taxista bonarense pasara a recogerme, así que me aventuré a buscar lo único que tenía cerca para conocer: la Plaza de Mayo. Como buena chilanga, caminé y caminé como si supiera a dónde iba, y luego de algunas cuadras que caminé sintiendo que esas calles estrechas y esos edificios altísimos iban a tragarme, divisé un costado de la Casa Rosada. Se me fue el aliento, y para sorpresa de algunas personas que estaban de pie en la calle esperando qué sé yo qué, mi mandíbula cayó al piso luego de que solté un sonoro y emocionado ¡ah! Tomé un par de fotos, le di la vuelta en silencio al obelisco y me volví al hotel.
Mi taxista llegó por mí, y me llevó a Ezeiza, donde había un bloqueo de la gente del catering del aeropuerto, por lo que sólo había un carril de acceso y una fila de un kilómetro de largo para entrar. La de buenas es que mi cuñada @sil_ochoa me avisó y mi taxista previó eso, y llegué con buen tiempo para etiquetar mis maletas, luego de un trámite con la oficina de migración porque me excedí en el tiempo de estancia y debía pagar 300 pesotes. Ya lista para pasar a la sala de abordar, pensé que me sobraba un montón de dinero argentino, y por una muy mala decisión en materia de políticas de promoción al turismo, es imposible hacer nada con él, a menos que te lo gastes en Argentina. La cosa es que la venta y compra de dólares está restringida para ciudadanos, así que algo tenía que hacer con ese dinero. Traté de depositárselo a Rubén, pero no había bancos cerca; traté de mandarle un giro postal, pero la oficina de correos no tenía sistema, y traté de gastarlo en el Dutty Free, pero sólo se me ocurrió comprar una caja más de alfajores Havana (que muy recomiendo), porque además de que no tenía ánimo de nada, llevaba tantísimo equipaje que no sabía si lograría llegar con todo a mi casa.
El vuelo de Buenos Aires a Ciudad de México fue largo y aburrido. Para nada recomiendo viajar de día en vuelos tan largos. Salimos a las 12:55 hora de Argentina, y llegamos a México a las 21:30 hora local. Además del aburrimiento y el dolor de cintura, el avión iba lleno de chamacos, y lo único peor que eso son los padres de los chamacos que todo el vuelo quieren que se sienten, que no se sienten, que coman, que no coman, que se callen, que hablen, que brinquen, que se estén quietos y así. No recomiendo para nada a los padres histéricos, por cierto.
Sabes que estás en México cuando alguien quiere chingarte y efectivamente lo hace: junto a la banda cinco, donde esperaba mis maletas, un señor se ofrecía amablemente a cambiarte billetes por monedas de diez pesos para sacar un carrito de maletas. Le di el único billete de veinte pesos mexicanos que tenía, me dio mi carrito, y desapareció entre un montón de gente con mis diez pesos, el muy infeliz. Luego de media hora, entre que esperaba mis maletas y pasaba la aduana, salí de ahí a buscar el mostrador de Aeroméxico, para ver si era posible cambiar el vuelo a Monterrey para un día después. Y sí se podía, por la módica suma de 230 dólares. Como no aceptaban pesos argentinos, mejor me fui con mis 50 kilos de equipaje a tomar un taxi que me llevara a pasar la noche a casa de mi abuela, a dónde llegué a las 23:00.
Tuve que deshacer las maletas para encontrar las cosas que había llevado para mi abuela y mi familia en la Ciudad de México. Por supuesto, mi abuela se las arregló para darme una maleta extra de cosas que iba a mandar para Monterrey. Así que con bastantes kilos de equipaje más, mi taxista chilango (que también recomiendo porque sirvió de terapeuta y de quien también tengo el teléfono, si a alguien le sirve), pasó por mí a las 5:45 y me llevó de vuelta a la Terminal 2. Luego de etiquetar las maletas, pasé por tres casas de cambio que no manejan pesos argentinos, y resignada, pasé a la sala de abordar a esperar el último vuelo.
Lo único interesante de ese último tramo fue que el avión iba a Las Vegas y sólo hacía escala en Monterrey, y estuve tentada a mandarle un mensaje al Pinche Rubén: le iba a decir que me seguía a Las Vegas, trabajaría unos meses haciendo camas en el Luxor, y cuando juntara, le iba a mandar para que me alcanzara, nos casaría Elvis en La Capilla del Amor y él podría perder todos mis dólares jugando Texas Hold’em. Pero sólo me quedé con las ganas: sí me bajé en Monterrey, donde me esperaba mi ansiosa madre, mi silencioso padre y mi gruñuelo hermano menor, e hicimos el último tramo de viaje desde el aeropuerto hasta mi casa, una media hora en auto.
Me di cuenta de que mi exceso de equipaje se debía a que Rubén había estado comprándole un montón de cosas a mi madre, porque cuando llegué a vaciar las maletas, la mayor parte de las cosas eran para ella. ¡Ja! Y ella usó mi habitación de bodega, y ahora hay un desastre que me resisto a limpiar. Muy mal. Me dio de comer enchiladas y nopales y aunque lo agradeció mi paladar, todavía esta mañana tengo la barriga hinchada y adolorida por la comida.
Todavía me parece irreal todo este viaje, desde que salí de mi casa en Jujuy (esa sí la siento como mi casa), hasta que volví a casa de mis padres en Monterrey. Todavía me siento cansada, adolorida y atolondrada por tantísimos kilómetros recorridos, el peso de las valijas, la tensión de estar corriendo para llegar a tiempo y no perderme, y el estar resolviendo pequeños contratiempos. Con todo, mañana mismo tomaría la maleta para hacer el viaje de vuelta y estar con Rubén otra vez.
Por cierto, lo que también recomiendo es un novio como el mío: todo el tiempo estuvo pendiente de mí, con llamadas o mensajes al celular o a mi correo. Y aunque me pasé buena parte del viaje muy triste por dejarlo, se las arregló para hacerme sentir que no importa la distancia, ni el tiempo: es sólo el primer paso que tenemos que dar para estar juntos el resto de la vida. Espero que nos quede mucha.
Reservamos el viaje de vuelta con Despegar.com. No lo recomiendo nada. Mi primer vuelo salía de Salta a las 11:55, así que nos despertamos muy temprano para estar unas dos horas antes y no andar correteando por el aeropuerto con todo el equipaje, el cual merecería por sí sólo una entrada llena de historias, pero ya le tocará su turno en este post. Además, el Pinche Rubén siempre se pierde en Salta, así que tomamos la precaución de tener tiempo para eso también. Pero Rubén no se perdió y nos las arreglamos para llegar con muchísimo tiempo de anticipación.
Decía que no recomiendo a la citada, y de ahora en adelante innombrable, agencia de viajes, porque cuando llegué a hacer el check in, la chica del mostrador me miró consternada: cuatro días antes, la aerolínea avisó a la agencia que el vuelo se cancelaba, y me habían acomodado en el vuelo de las 9:35, mismo que había perdido. Aunque yo no había sido notificada y la aerolínea no debería hacerse responsable de las cagadas de la agencia, ella logró acomodarme en el vuelo de las 15:25, así que volvimos al auto con todo el equipaje, luego de que llamé a la agencia y maldije en buen mexicano a unas cuatro o cinco personas, porque no lograban comunicarme con quien me pudiera dar razón de nada.
A fin de cuentas, no era tan grave: tuvimos algunas horas más para estar juntos y platicar. Pero con todo y eso, a mí me fue inevitable llorar y llorar mientras hacía la fila para abordar. Y así, como magdalena, lloré y lloré: la azafata me preguntó si podía hacer algo por mí y pues, no, no podía, así que yo seguí chillona las dos horas de vuelo a Buenos Aires.
Ya en Aeroparque, las maletas tardaron unos veinte o veinticinco minutos en salir, y tuve que esperar entre empujones, puteadas en buen argentino, y niños chillones, como corresponde. Tomé un taxi desde la terminal hasta un hotelito donde pasaría la noche, y, miren ustedes, tuve la suerte de encontrarme con un taxista buenísimo, que me sirvió de terapeuta, como siempre hacen los buenos taxistas. Le conté un breve resumen de mi historia con Rubén, y estaba emocionadísimo. Hasta me dijo que cuando volviera a Buenos Aires, o bien cuando Rubén estuviera ahí, le llamáramos para que él nos llevara y trajera a donde fuera. (Si alguien quiere el número de mi taxista bonarense, deje su mail en los comentarios de este post, a él sí lo recomiendo).
En el hotel, esperaba poder ver a mi amiga @mariana_aran, pero ya no se pudo: la ciudad estaba bajo una tormenta fenomenal, había calles inundadas y pasaban cosas horribles por la lluvia. Yo de todas maneras me aventuré a salir a buscar algo que cenar y una caja de alfajores para mi abuela, pero para mi mala suerte todo estaba cerrado. Tenía hambre, estaba mojada como perro callejero, y lloriqueaba mientras caminaba. En ese momento, Buenos Aires me pareció horrible, pero supongo que sólo se debió a que nos conocimos en un mal momento. Volví al hotel, me pedí una pizza y una botella de vino, y me puse a platicar con @oh_Rima por Whatsapp (recomendadísimo) hasta que pude hablar con Rubén por Skype (que también recomiendo), hasta que me quedé dormida.
La mañana siguiente me levanté muy temprano para darme un baño y meter todo de vuelta a las maletas. Me quedaba una hora antes de que mi taxista bonarense pasara a recogerme, así que me aventuré a buscar lo único que tenía cerca para conocer: la Plaza de Mayo. Como buena chilanga, caminé y caminé como si supiera a dónde iba, y luego de algunas cuadras que caminé sintiendo que esas calles estrechas y esos edificios altísimos iban a tragarme, divisé un costado de la Casa Rosada. Se me fue el aliento, y para sorpresa de algunas personas que estaban de pie en la calle esperando qué sé yo qué, mi mandíbula cayó al piso luego de que solté un sonoro y emocionado ¡ah! Tomé un par de fotos, le di la vuelta en silencio al obelisco y me volví al hotel.
Mi taxista llegó por mí, y me llevó a Ezeiza, donde había un bloqueo de la gente del catering del aeropuerto, por lo que sólo había un carril de acceso y una fila de un kilómetro de largo para entrar. La de buenas es que mi cuñada @sil_ochoa me avisó y mi taxista previó eso, y llegué con buen tiempo para etiquetar mis maletas, luego de un trámite con la oficina de migración porque me excedí en el tiempo de estancia y debía pagar 300 pesotes. Ya lista para pasar a la sala de abordar, pensé que me sobraba un montón de dinero argentino, y por una muy mala decisión en materia de políticas de promoción al turismo, es imposible hacer nada con él, a menos que te lo gastes en Argentina. La cosa es que la venta y compra de dólares está restringida para ciudadanos, así que algo tenía que hacer con ese dinero. Traté de depositárselo a Rubén, pero no había bancos cerca; traté de mandarle un giro postal, pero la oficina de correos no tenía sistema, y traté de gastarlo en el Dutty Free, pero sólo se me ocurrió comprar una caja más de alfajores Havana (que muy recomiendo), porque además de que no tenía ánimo de nada, llevaba tantísimo equipaje que no sabía si lograría llegar con todo a mi casa.
El vuelo de Buenos Aires a Ciudad de México fue largo y aburrido. Para nada recomiendo viajar de día en vuelos tan largos. Salimos a las 12:55 hora de Argentina, y llegamos a México a las 21:30 hora local. Además del aburrimiento y el dolor de cintura, el avión iba lleno de chamacos, y lo único peor que eso son los padres de los chamacos que todo el vuelo quieren que se sienten, que no se sienten, que coman, que no coman, que se callen, que hablen, que brinquen, que se estén quietos y así. No recomiendo para nada a los padres histéricos, por cierto.
Sabes que estás en México cuando alguien quiere chingarte y efectivamente lo hace: junto a la banda cinco, donde esperaba mis maletas, un señor se ofrecía amablemente a cambiarte billetes por monedas de diez pesos para sacar un carrito de maletas. Le di el único billete de veinte pesos mexicanos que tenía, me dio mi carrito, y desapareció entre un montón de gente con mis diez pesos, el muy infeliz. Luego de media hora, entre que esperaba mis maletas y pasaba la aduana, salí de ahí a buscar el mostrador de Aeroméxico, para ver si era posible cambiar el vuelo a Monterrey para un día después. Y sí se podía, por la módica suma de 230 dólares. Como no aceptaban pesos argentinos, mejor me fui con mis 50 kilos de equipaje a tomar un taxi que me llevara a pasar la noche a casa de mi abuela, a dónde llegué a las 23:00.
Tuve que deshacer las maletas para encontrar las cosas que había llevado para mi abuela y mi familia en la Ciudad de México. Por supuesto, mi abuela se las arregló para darme una maleta extra de cosas que iba a mandar para Monterrey. Así que con bastantes kilos de equipaje más, mi taxista chilango (que también recomiendo porque sirvió de terapeuta y de quien también tengo el teléfono, si a alguien le sirve), pasó por mí a las 5:45 y me llevó de vuelta a la Terminal 2. Luego de etiquetar las maletas, pasé por tres casas de cambio que no manejan pesos argentinos, y resignada, pasé a la sala de abordar a esperar el último vuelo.
Lo único interesante de ese último tramo fue que el avión iba a Las Vegas y sólo hacía escala en Monterrey, y estuve tentada a mandarle un mensaje al Pinche Rubén: le iba a decir que me seguía a Las Vegas, trabajaría unos meses haciendo camas en el Luxor, y cuando juntara, le iba a mandar para que me alcanzara, nos casaría Elvis en La Capilla del Amor y él podría perder todos mis dólares jugando Texas Hold’em. Pero sólo me quedé con las ganas: sí me bajé en Monterrey, donde me esperaba mi ansiosa madre, mi silencioso padre y mi gruñuelo hermano menor, e hicimos el último tramo de viaje desde el aeropuerto hasta mi casa, una media hora en auto.
Me di cuenta de que mi exceso de equipaje se debía a que Rubén había estado comprándole un montón de cosas a mi madre, porque cuando llegué a vaciar las maletas, la mayor parte de las cosas eran para ella. ¡Ja! Y ella usó mi habitación de bodega, y ahora hay un desastre que me resisto a limpiar. Muy mal. Me dio de comer enchiladas y nopales y aunque lo agradeció mi paladar, todavía esta mañana tengo la barriga hinchada y adolorida por la comida.
Todavía me parece irreal todo este viaje, desde que salí de mi casa en Jujuy (esa sí la siento como mi casa), hasta que volví a casa de mis padres en Monterrey. Todavía me siento cansada, adolorida y atolondrada por tantísimos kilómetros recorridos, el peso de las valijas, la tensión de estar corriendo para llegar a tiempo y no perderme, y el estar resolviendo pequeños contratiempos. Con todo, mañana mismo tomaría la maleta para hacer el viaje de vuelta y estar con Rubén otra vez.
Por cierto, lo que también recomiendo es un novio como el mío: todo el tiempo estuvo pendiente de mí, con llamadas o mensajes al celular o a mi correo. Y aunque me pasé buena parte del viaje muy triste por dejarlo, se las arregló para hacerme sentir que no importa la distancia, ni el tiempo: es sólo el primer paso que tenemos que dar para estar juntos el resto de la vida. Espero que nos quede mucha.
miércoles, 1 de febrero de 2012
No es un final
Me es muy difícil lidiar con los finales, porque todos mis finales han sido tristes. Lo que me recuerda el momento más triste de mi vida, hasta ahora. La historia es así: participé en un espectáculo de la escuela, tocando el violín. Había cantantes, bailarines y otros músicos. Hacíamos covers de temas de películas, y como pasa siempre en ese tipo de actividades extracurriculares, le habíamos puesto al espectáculo mucho corazón, independientemente de lo mucho o poco que nos tocó contribuir. Al final de la última función, los parientes y amigos se acercaron a repartir abrazos, besos, flores y felicitaciones. Lo recuerdo especialmente porque a mí en lo particular nadie fue a verme y nadie fue a abrazarme. Empaqué mi violín, y sin mucho qué festejar, me subí a mi coche y me volví a mi casa sola.
Lo que uno aprende de los momentos más tristes es la felicidad: así de irónica es la vida. Y lo duro de la vida es que no lo aprendes en ese momento: tiene que pasar el tiempo para que tengas perspectiva y empiecen a caer los veintes.
De los veintes que me han caído a partir de esa experiencia el más importante es ese: que lo que me hace feliz es compartir. No importa lo bien o lo mal que estés en la vida, siempre que tengas un testigo de que has vivido, puedes soportar lo que sea, bueno, malo o regular.
Quizá por eso lidiar con este final será más fácil. Después de todo, no es un final: se trata tan sólo de puntos suspensivos. Es el “…continuará…” de mis aventuras jujeñas con el Pinche Rubén, a quien amo con locura, por cierto. Y ahora que lo escribo y lo comparto, me parece que no es tan triste, ni es tan difícil, ni es tan definitivo.
Le agradezco a los lectores que han permanecido fieles a nuestro pequeño drama tuitero: han sido muchos meses de muchas emociones y, sobre todo, de muchas risas. Yo todavía no acabo de asimilarlos y sin duda volveré a ellos muchas veces más, a recrearlos en letras o vayan ustedes a saber de qué manera. Por lo pronto quiero dejarles una última anécdota sobre la que he estado reflexionando estos últimos días:
Una mañana, a Rubén se le hacía tarde para irse a trabajar, y me pidió que le planchara una camisa. Nunca, o casi nunca, lo hace, porque puede hacerlo él mismo y no lo hace nada mal. Y sabe que aunque odio planchar, a él le plancho lo que quiera. Aparte del doble sentido, claro está. Total que yo tomé una camisa de su armario, una azul de tantas que tiene del uniforme de donde trabaja, y se la planché. Salió todo apurado y, ¡zaz! ¡Le había planchado una camisa que ya no se pone porque está vieja y desteñida! Me apuré a tratar de remediar mi equivocación, tratando de planchar una camisa nueva, pero lo único que logré fue hacerlo enojar porque, bueno, así de encimosa soy. Luego de algunos gruñidos, planchó otra él mismo y se fue enfadado. En ese momento me enojé muchísimo. ¿Qué cree que soy adivina? ¿A quién se le ocurre guardar una camisa vieja en el armario? ¿Cómo adivinar que no quería que la planchara yo otra vez? ¡Que no la chifle, que es cantada!
Ahorita me da risa, claro. Pero es una historia significativa por tres cosas. La primera es que uno siempre se acerca a la vida pensando que todos piensan igual que uno. YO no guardaría la ropa que ya no me pongo junto con la ropa que uso siempre. Pero esa soy YO, cualquier otra persona podría hacerlo distinto. Y a veces tienes que atravesar un pequeño drama como este, para darte cuenta de cosas tan importantes como esa: YO no soy todo el mundo, y todo el mundo no tiene que ser como YO.
La segunda cosa importante es deshacerse de lo viejo, para que deje de estorbar. No sé cuánto tiempo más estará esa camisa en el armario de Rubén, pero espero que la eche fuera pronto. Creo que si no soltamos las cosas viejas, las cosas que ya no nos sirven, no vamos a tener espacio para las cosas nuevas. Y léase que por cosas, no sólo me refiero a lo material: también las ideas y creencias viejas deben soltarse cuando ya no nos funcionan para ser felices.
La tercera cosa, obvio, es que a veces por tratar de ayudar, estorbamos. Me pasa demasiado seguido y creo que debo aprender a no hacer lo suficiente y un poquito más, sino sólo lo suficiente.
Supongo que con el paso del tiempo, todos estos meses que he estado viviendo y conviviendo con Rubén me darán luz sobre esas ideas y creencias viejas que debo soltar. Por lo pronto puedo decir que ahora me parece que el amor es algo muy distinto a lo que yo pensaba. Y es mejor. Y para seguir siendo fiel a mí misma, tengo que dejarles por escrito esta última reflexión: sigan a su corazón. No siempre los llevará a donde quieren, pero siempre los llevará a donde necesiten estar, a aprender lo que tienen que aprender, a conocer lo que tienen que conocer y a vivir lo necesario para seguir viviendo.
Con esto cierro mis aventuras en Jujuy. De lo demás, ya se encargará la vida. Y de alguna otra manera, Rubén y yo seguiremos inventando nuestra historia, que es la mejor historia de amor, sólo porque es nuestra.
Lo que uno aprende de los momentos más tristes es la felicidad: así de irónica es la vida. Y lo duro de la vida es que no lo aprendes en ese momento: tiene que pasar el tiempo para que tengas perspectiva y empiecen a caer los veintes.
De los veintes que me han caído a partir de esa experiencia el más importante es ese: que lo que me hace feliz es compartir. No importa lo bien o lo mal que estés en la vida, siempre que tengas un testigo de que has vivido, puedes soportar lo que sea, bueno, malo o regular.
Quizá por eso lidiar con este final será más fácil. Después de todo, no es un final: se trata tan sólo de puntos suspensivos. Es el “…continuará…” de mis aventuras jujeñas con el Pinche Rubén, a quien amo con locura, por cierto. Y ahora que lo escribo y lo comparto, me parece que no es tan triste, ni es tan difícil, ni es tan definitivo.
Le agradezco a los lectores que han permanecido fieles a nuestro pequeño drama tuitero: han sido muchos meses de muchas emociones y, sobre todo, de muchas risas. Yo todavía no acabo de asimilarlos y sin duda volveré a ellos muchas veces más, a recrearlos en letras o vayan ustedes a saber de qué manera. Por lo pronto quiero dejarles una última anécdota sobre la que he estado reflexionando estos últimos días:
Una mañana, a Rubén se le hacía tarde para irse a trabajar, y me pidió que le planchara una camisa. Nunca, o casi nunca, lo hace, porque puede hacerlo él mismo y no lo hace nada mal. Y sabe que aunque odio planchar, a él le plancho lo que quiera. Aparte del doble sentido, claro está. Total que yo tomé una camisa de su armario, una azul de tantas que tiene del uniforme de donde trabaja, y se la planché. Salió todo apurado y, ¡zaz! ¡Le había planchado una camisa que ya no se pone porque está vieja y desteñida! Me apuré a tratar de remediar mi equivocación, tratando de planchar una camisa nueva, pero lo único que logré fue hacerlo enojar porque, bueno, así de encimosa soy. Luego de algunos gruñidos, planchó otra él mismo y se fue enfadado. En ese momento me enojé muchísimo. ¿Qué cree que soy adivina? ¿A quién se le ocurre guardar una camisa vieja en el armario? ¿Cómo adivinar que no quería que la planchara yo otra vez? ¡Que no la chifle, que es cantada!
Ahorita me da risa, claro. Pero es una historia significativa por tres cosas. La primera es que uno siempre se acerca a la vida pensando que todos piensan igual que uno. YO no guardaría la ropa que ya no me pongo junto con la ropa que uso siempre. Pero esa soy YO, cualquier otra persona podría hacerlo distinto. Y a veces tienes que atravesar un pequeño drama como este, para darte cuenta de cosas tan importantes como esa: YO no soy todo el mundo, y todo el mundo no tiene que ser como YO.
La segunda cosa importante es deshacerse de lo viejo, para que deje de estorbar. No sé cuánto tiempo más estará esa camisa en el armario de Rubén, pero espero que la eche fuera pronto. Creo que si no soltamos las cosas viejas, las cosas que ya no nos sirven, no vamos a tener espacio para las cosas nuevas. Y léase que por cosas, no sólo me refiero a lo material: también las ideas y creencias viejas deben soltarse cuando ya no nos funcionan para ser felices.
La tercera cosa, obvio, es que a veces por tratar de ayudar, estorbamos. Me pasa demasiado seguido y creo que debo aprender a no hacer lo suficiente y un poquito más, sino sólo lo suficiente.
Supongo que con el paso del tiempo, todos estos meses que he estado viviendo y conviviendo con Rubén me darán luz sobre esas ideas y creencias viejas que debo soltar. Por lo pronto puedo decir que ahora me parece que el amor es algo muy distinto a lo que yo pensaba. Y es mejor. Y para seguir siendo fiel a mí misma, tengo que dejarles por escrito esta última reflexión: sigan a su corazón. No siempre los llevará a donde quieren, pero siempre los llevará a donde necesiten estar, a aprender lo que tienen que aprender, a conocer lo que tienen que conocer y a vivir lo necesario para seguir viviendo.
En Salta, muy enamorados |
Con esto cierro mis aventuras en Jujuy. De lo demás, ya se encargará la vida. Y de alguna otra manera, Rubén y yo seguiremos inventando nuestra historia, que es la mejor historia de amor, sólo porque es nuestra.
viernes, 20 de enero de 2012
Sin ti
Le prometí que dejaría de fumar. También le prometí que volvería, y sin embargo sigo ausente. Prendo otro cigarrillo y lo miro. Pero no lo miro, es sólo luz y color en un papel: una foto. Y no me mira, porque no estoy. Y es el humo del cigarrillo en espirales que se enreda en mi cabello que ya no huele a su perfume.
Le prometí un parasiempre. Se lo hubiera dejado en el bolsillo. Salgo al balcón y miro la luna, y recuerdo cuando ella nos miraba, bajo la luz de unas farolas que alguna vez opacamos con el brillo de nuestras miradas. Fumo. Pienso. Siento. Suspiro. Lloro y sonrío.
Le prometí no llorar. Pero no puedo ni siquiera cumplirle eso. Se me agolpan los recuerdos en el pecho. Te amo. Y yo quería darte todo, prometerte nada, acariciar tu cabello todas las mañanas.
Y heme aquí, sin ti.
Le prometí un parasiempre. Se lo hubiera dejado en el bolsillo. Salgo al balcón y miro la luna, y recuerdo cuando ella nos miraba, bajo la luz de unas farolas que alguna vez opacamos con el brillo de nuestras miradas. Fumo. Pienso. Siento. Suspiro. Lloro y sonrío.
Le prometí no llorar. Pero no puedo ni siquiera cumplirle eso. Se me agolpan los recuerdos en el pecho. Te amo. Y yo quería darte todo, prometerte nada, acariciar tu cabello todas las mañanas.
Y heme aquí, sin ti.
domingo, 8 de enero de 2012
Otro palíndromo
Un día René Alonzo me hizo un palíndromo:
Seré a mi caída.
Nada general es.
Sé la renegada, Nadia.
Cima eres.
@Renealonzo
Seré a mi caída.
Nada general es.
Sé la renegada, Nadia.
Cima eres.
@Renealonzo
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